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Táctica y estrategia. Los populares temían que la dana desencadenase dos movimientos políticos por parte de los socialistas. Uno, táctico y a corto plazo, se ha producido, mientras que otro, estratégico y de largo aliento, no aparece, para sorpresa del PP y desgracia de ... los afectados por la dana.
Mazón pena su lenta reacción el 29 de octubre. No le valió la alarma roja de la Aemet, que tampoco es que se decrete tantas veces. No le valió que este periódico abriese a cinco columnas su portada de aquel día señalando: «La alerta por fuertes lluvias suspende clases y desata el miedo a inundaciones». Ni que a mediodía su presidente provincial y de la Diputación pululara a bordo de un vehículo camino de Utiel porque había desaparecido ya un camionero y la situación propiciase que la televisión pública emitiera en directo la preocupante evolución de la situación. Se ve que sólo le valían los datos de la CHJ y no encontró motivos para modificar su agenda que, por otro lado, era perfectamente anulable. Ese desdén se lo hacen pagar los socialistas reclamando facturas, llamadas y explotando todo tipo de vetas. En el pecado lleva la penitencia. Táctica.
Sánchez tenía todas las cartas en la mano, y aún las tiene, para que el PP vea electoralmente penalizada la actuación de ese día en contraposición a la reacción del Gobierno central. Falló también el Estado cuando apenas hizo acto de presencia (sus fuerzas del orden, el Ejército) durante el par de días posterior por las zonas más devastadas. Una sensación de abandono inaceptable. Sin embargo, el Gobierno dispone de un músculo financiero, de unos recursos inmensamente mayores que la Generalitat para compensarlo. De hecho, los populares esperaban que Sánchez emulase a Míster Marshall, pero no el de Berlanga, sino el autor del plan americano que reconstruyó Europa con dólares rebosantes. El PP se temía que esa potencia estatal sirviese al PSOE para hacerse valer ante los valencianos, ante los afectados y ante el resto. Pero, incomprensiblemente, la maquinaria estatal se mueve con su habitual lentitud incluso en una situación dramática. Resulta sorprendente que el Gobierno no haya puesto un cuidado, una dedicación y una voluntad firmes y contundentes que venciesen de inmediato las trabas que protagoniza, siempre, la Administración General del Estado, que a la que te descuidas tiende a embalsamar los expedientes antes que a tramitarlos. Las ayudas del Gobierno se han atascado. Las condiciones, los requisitos, los detalles de esas aportaciones son confusos hasta para los propios socialistas valencianos. ¿Que es difícil? Claro que lo es. Era difícil teletrabajar, todo un país enterito, y vaya si se hizo, y de un día para otro. Y se mantuvo a la gente encerrada en sus casas un mes, y en todo el mundo. Ante situaciones excepcionales, la voluntad de las autoridades se impone. A no ser que ni haya voluntad ni nadie al volante.
En términos de estrategia es un error el modo en que el Gobierno se acomoda en su propia burocracia. Una vergüenza y un error imperdonable en términos humanos, pero también políticos. ¿Llegará ese dinero? Es probable, pero la tardanza también supondrá una penalización para los socialistas, que dan espacio a los populares para quejarse, y con razón, por una inesperada y repugnante displicencia. Además de ser la obligación del Gobierno, socorrernos (como lo era de Mazón), hacerlo con rapidez suponía un tanto político a su favor que, conforme pasa el tiempo y no se produce, da alas a una crítica, la del PP, completamente lógica. Es todo muy penoso.
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