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Alfredo Di Stéfano, mítico futbolista y entrenador exitoso en el Valencia CF, le dijo a un portero: «No te pido que atajes las que vayan dentro, pero por lo menos no te metas las que vayan fuera». Tenía pocas expectativas Di Stéfano sobre su arquero. ... Al menos, si no iba a acertar, que no metiera la pata. Viene a cuento este ejemplo porque hoy se celebra el pleno escoba, último del periodo de sesiones parlamentarias. Si no cambia nada en la madrugada del domingo al lunes, la voxista Llanos Massó presidirá Les Corts durante esta sesión. Lo hará Massó después de una semana en la que ha encajado todos los balones, los que iban fuera y los que iban dentro, todos gol. Ella se ha quedado como presidenta mientras Vox se va del Consell, pero Di Stéfano se comería la gorra de desesperación al verla ejercer en el puesto público.
A la presidenta de Les Corts no se le pide que arregle a la primera de cambio el desaguisado informático que heredó, y que durante meses mantuvo los paneles de votaciones como un berenjenal, problema que le sobrepasó de tal modo que acabó revelando una colección de términos malsonantes ante su dificultad para hacerse con los mandos parlamentarios. Massó tampoco logró atajar con celeridad el impago que sufrieron las limpiadoras del parlamento cuando la empresa adjudicataria las dejó tiradas en septiembre, y no se encontró solución hasta después de Navidad. Como dijo Rajoy, es que gobernar es muy difícil. Y lo es. Massó ha ido solventando esos problemas de la Cámara antes o, más bien, después. Con el tema de la bandera LGTBI no hubo manera de que entrase en razón, y el PP le tuvo que buscar una solución para encajarla detrás de una pancarta porque lo de la violencia de género ni lo entiende ni lo comparte. Hasta ahí, pelotas que iban entre los tres palos.
Lo que sí se le podría pedir a Massó es que no encaje goles que no le tocan. Los valencianos estamos representados por aquellos a los que votamos y, en el caso de la presidenta de Les Corts, por alguien que unos votaron y otros no. Ella encabeza el parlamento de todos, y no estaría nada mal que desde ese lugar de evidente potencia institucional se privase de insultar a nadie. La semana pasada calificó de «imbéciles» a unos futbolistas franceses. Por mí, como si fueran pintores irlandeses o músicos de Huesca. El problema no es a quién insultó, sino el simple hecho de emplear ese tipo de comentarios, que sonrojan incluso a los que hasta el jueves eran sus socios, los populares que la auparon a la presidencia de Les Corts para que, al menos, no se meta las que vayan fuera porque, como le pasaba a Di Stéfano, tampoco albergaban demasiadas expectativas con ella.
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