Cada dos jueves, aproximadamente, Carlos Mazón llega a Les Corts y se produce una escena interesante. El presidente de la Generalitat despliega un talante jovial, especialmente con los que considera 'suyos', pero en general mantiene un tono cordial. No es nada raro que, al verte, ... esta última semana, te inste: «Vente a las Hogueras». Así pues, cuando el jefe del Consell y líder del PP acude al parlamento valenciano saluda de manera afable a un gran número de diputados populares. No en vano, muchos de ellos, por no decir casi todos, le deben el puesto de parlamentarios. Además, son del PP, ganaron las elecciones y se juntan allí en ese momento para votar sus iniciativas y apoyar a su jefe en la sesión de control. Es normal el buen rollo en tales circunstancias. Mazón, además, tiene un punto gamberro, y lo mismo bromea con una diputada, emula un saludo militar hacia una señoría, guiña un ojo a este o a aquella. No es un estirado. Tampoco es un buenazo de comer pan con pan. Cuando se le cruza un comentario sarcástico, percibe algún tipo de resistencia a algo que ha pedido expresamente o alguien le puentea o dice algo que no le gusta, el gesto se le tuerce.
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Hay ocasiones en que es evidente que adopta un tono neutro, serio, institucional. Así pues, es curioso observar las conversaciones de Mazón con algunos dirigentes del PP. Es relativamente sencillo intuir cuándo el presidente y líder de los populares habla de cosas serias con sus compañeros de partido. Eso suele ocurrir en sus encuentros en Les Corts con María José Catalá, alcaldesa de Valencia. En ocasiones da la sensación de que se respetan tanto que incluso podría pensarse que evitan el choque, que se dan espacio el uno al otro como los que bailan juntos, pero no se quieren pisar, y que incluso se dan la réplica como en las obras de teatro en las que dos personajes principales mantienen un duelo interpretativo. La política tiene mucho de escenografía. A veces hay que parecer serio; en otras, amigo. A veces se alza la voz, se sonríe o se canta.
Mazón y Catalá son, ahora mismo, los grandes personajes sobre los que pivotan los votos valencianos del PP. Son claves para los intereses de los populares. Llevan ya un año de presidente y alcaldesa de la capital. Que a los dos les vaya bien es importante para Génova. Ya son conscientes de su poder, y también de sus límites y posibilidades. Esa relación recuerda a anteriores convivencias de dirigentes populares en la Comunitat, figuras que se saben próximas y poderosas, y que, por eso mismo, administran tanto las risas como las no risas, una relación de sutiles equilibrios abocada a perdurar durante años dándose el pie sobre el escenario.
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