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Mazón está ejerciendo de primo de Zumosol. Acompaña a Ruth Merino, responsable de Hacienda, conselleria por conselleria. Juntos y conjuntados, anuncian la buena nueva del ... nuevo presupuesto. Más bien, la mala nueva. Se supone que Merino ejerce de 'poli mala' y dice que sí o que no a los consellers. No obstante, ahí está el presidente de la Generalitat para refrendar el sí, el no, el bien, el mal y el regular. Quizá pueda daa la sensación de que Mazón no se fía mucho del Consell novato. Alguna reunión ha acabado bien entrada la noche. A cada director general se le pide vida y milagros y se le pregunta a qué santo esas inversiones, que no está la cosa para tontadas. Y quien dice a los directores generales, dice también a los secretarios autonómicos y consellers, o conselleras, que alguna ha sufrido un apretón presupuestario considerable. Los capítulos 6 y 7, vinculados a las inversiones, van a sufrir un enjuague que quedarán despejaditos. Y lo mismo el capítulo 4, donde están las subvenciones, gran parte de ellas nunca ejecutadas. Mazón se ha arremangado porque, al fin y a la postre, en el Consell y en su grupo parlamentario en Les Corts ocurre como en los equipos de fútbol: son Mazón y diez más.
No van sobrados de manos en el Consell, ni de cerebros. Han recortado en cantidad de asesores y de altos cargos, y aunque solo sea por estadística, no hay tantas cabezas pensantes. En Presidencia creen haber detectado algunas vías de agua e intentan que los boquetes no hundan el barco. «Aquí vuelan los cuchillos», confiesa un alto cargo en el Gobierno. Es cierto que hay gente a la que se le da manos libres o, al menos, se le respeta la valía, pero no son muchos ni muchas. A Mazón que nadie le toque a Rovira porque lo tiene en alta estima. Y a Camarero se la respeta porque menuda es Camarero. Pero esa importante consideración no se reparte como el confeti en las fiestas de los niños bien, a manos llenas.
El jefe del Consell, como ocurre en la vida, tiene una serie de gente de confianza. Se cuentan con los dedos de una mano. Los demás, pasan por auditoría, como ocurre ahora en la confección de los presupuestos. Algo parecido le ocurre a la alcaldesa de Valencia, María José Catalá. La torrentina aplica el microscopio para determinar la pureza de sangre y saber quiénes son auténticos incondicionales. Luego, si hay que pactar, se pacta. Antes (Mazón) o después (Catalá). Pero una cosa es que sean accesibles y otra que sean permeables, que no es lo mismo. Al final, para andar por esas cúpulas del poder político hay que caminar con pies de plomo, no sea que te dejes llevar y acabes pisando tú un charco de otro. O de otra.
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