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Es la mar de entretenido todo lo de los equipos de supervivencia. Ya hay chavales que incluso se preguntan qué harían si comenzase «una ... guerra». Como si una contienda mundial y global en pleno siglo XXI no fuera a resolverse en apenas diez minutos de bombazos nucleares. Pero bueno, está el personal calibrando la cantidad de latas que se va a comprar y qué linterna sería la mejor. Es un asunto pasajero, debates para un ratito. Un pasatiempo que distrae de la imposibilidad de continuar el día a día en los niveles de ingresos y gastos que se han establecido para situaciones básicas.
Hay situaciones disparatadas que no tienen visos de solucionarse y que explican, con mucha claridad, el desfase entre circunstancias vitales completamente reales. Por ejemplo, el incremento de los precios del sector inmobiliario y la evolución de los niveles de renta.
Se ha convertido en imposible alquilar a precios razonables, ya no hablemos de comprar. ¿Y qué es razonable? Que puedas pagar y vivir, todo a la vez. Es parecido a lo que ocurre con los sueldos, que tampoco es razonable pretender pagar menos de lo que ahora mismo se necesita para vivir. Sin embargo, ocurren las dos cosas, se reclaman rentas a los inquilinos que les impiden hacer vida y se ofrecen sueldos que impiden ganarse la vida. Se suman las dos situaciones y nos encontramos con una tensión social y vital insoportable.
Así pues, está la cosa tan disparatada que para alquilar una vivienda en Madrid (y pronto en Valencia) hay que disponer de, al menos y como poco, unos 1.000 euros. Y si se alquila una habitación sencillita, pues cerca de 600 del ala. La tropelía es de tal nivel que, en el caso de que algún desdichado deba desplazarse a Madrid a trabajar o a estudiar, ya se puede plantear hacerlo sin buscar vivienda allí y dormir por estos pagos. Con un poco de organización y suerte, te sacas los billetes de tren de alta velocidad del mes que viene por menos de 40 euros diarios los días laborales. O rondando esa cantidad, unos días te costarán más y otros menos. Es más barato trabajar allí y dormir aquí. Absurdo y perverso.
Lo de mantener el mileurismo y, a la vez, continuar subiendo los precios de productos básicos es una estafa global. Implica expulsar del circuito de consumo y, también, de evolución social cada vez a un sector más amplio de la sociedad. A no ser que el mercado se haya orientado a los no españoles, y no me refiero a los desdichados que llegan sin papeles, sino a (por ejemplo) los holandeses que cobran de salario mínimo 2.193 euros.
Es parecido a lo que ocurre con la Comunitat, que ya ha superado los 60.000 millones de euros en cuanto a volumen de deuda. Y ante tales números rojos, los dos grandes partidos con poder de maniobra en Madrid continúan sin hacer nada de nada. Se produce, de este modo, una ficción política. La Generalitat es una administración fallida, imposible de mantener, y eso da la razón a los que denostan el Estado de las Autonomías. El PP y PSOE, los partidos sistémicos, han condenado a los valencianos a padecer una administración colapsada que solo puede ofrecer los servicios públicos básicos a través del incremento de la deuda. Por si fuera poco, llega una dana y el Gobierno central solo es capaz de ayudar a la Generalitat autorizándola a endeudarse más. Nos hemos acostumbrado a intentar vivir al margen de la realidad y gobernar del mismo modo, pero todo este tipo de situaciones absurdas acabarán por atraparnos, ya sea quebrando el sistema o expulsando del poder a los partidos sistémicos.
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