Peligroso precedente el que pretende establecer este Consell liderado por Carlos Mazón a la hora de ser interrogado. Heisenberg, a través del principio de ... incertidumbre, pone en duda el conocimiento teóricamente exacto de las cosas e invita a interpelar a la realidad. Hay que preguntar. El actual Consell pretende limitar esa interrogación. No es una cuestión de personas y de hechos puntuales, sino de principios y conceptos. Nunca había ocurrido lo que ahora pretende imponerse, limitar el número de preguntas que se pueden hacer a la portavoz del Consell durante sus comparecencias ante la prensa. Eso pasa en la Moncloa, claro, donde manda Sánchez, y antes también pasó con otros presidentes del Gobierno central, pero nunca ocurrió en la Generalitat. Y nunca es nunca, y en iguales y hasta peores circunstancias políticas que las protagonizadas por este Consell.
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El Gobierno valenciano, desde Lerma, ha contado con portavoces astutos, limitados, políticos, técnicos, locuaces, osados, esquivos, agresivos, bisoños... pero siempre (siempre es siempre) se les pudo preguntar hasta la saciedad. Eso incluye los tiempos de Camps, al que durante mucho tiempo se le retrató en los medios por no contestar a lo que se le preguntaba. Sus portavoces se enfrentaban en cada comparecencia a un aluvión de preguntas por casos judicializados de todo tipo. Camps y su equipo quizá no contestaron, pero no se atrevieron a impedir preguntar.
José Císcar y María José Catalá permanecieron horas atornillados a la silla de la portavocía del Consell cuando Alberto Fabra lo presidía. Las pasaron canutas en cada comparecencia, pero siempre dieron la cara. Eran tiempos que tenían sobre la mesa el cierre de Canal 9, decenas de imputados del PP y el polvorín de la venta del Valencia CF. Catalá era portavoz y consellera de Educación, el área con mayor presupuesto de la Generalitat tras Sanidad. Camarero, actual portavoz, tiene muchas competencias, pero no más que otros y otras que ejercieron esa labor, muy difícil, sí, pero que no se inventa ahora.
Mónica Oltra recibió preguntas, repreguntas y requetepreguntas. Empezaba a las 12 horas y salía de allí a las 14 horas en muchas ocasiones. Con Císcar podían darse hasta las 15 horas, y no le preguntaban a Císcar, precisamente, los mejores amigos del PP. A Oltra se le preguntó reiteradamente por su exmarido, a ver si alguien encuentra una situación más incómoda política y personalmente. Y no limitó el número de preguntas. Y se le preguntó por el hermano del presidente de la Generalitat, Francis Puig.
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Limitar, ahora, las preguntas al Consell supone rebajar la exposición del actual Ejecutivo. El poder, si puede y le dejan, siempre prefiere que tú te calles, escuches y acates. No se ha dado nunca la situación en la que un Gobierno se limite a sí mismo el tiempo de explicación de su propia gestión en foros de este tipo. Por algo será. El Consell de Mazón pretende ser escuchado, pero no interrogado. No se contenta con decir lo que considera. Pretende que se le pregunte lo menos posible. Quizá de esta manera logren aliviar el apuro que pasan en esas comparecencias, pero también dan armas a los futuros gobiernos autonómicos. Futuros rivales. El PP no ocupará el Consell eternamente. A los populares les parecerá fatal que un Gobierno de izquierdas aproveche una limitación impuesta por ellos que, en primer término, afecta a los periodistas, pero que, sobre todo, limita el derecho de la ciudadanía a interrogar a su Consell.
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