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EFE

Ojalá haberlo pensado mejor

Lo de no arrepentirse de nada es una actitud sorprendente, porque nada hya más sano que aceptar que no eres perfecto, ni como persona ni como político

Burguera .

Valencia

Lunes, 24 de marzo 2025, 09:23

Ami que me dieran la oportunidad de no haber elegido según qué cosas en mi vida, o de no haber dicho o hecho, o de ... sí haberme pronunciado sobre esto o aquello, dar ese beso que no diste o dejar de darlo. Ojalá. Pero no ojalá haberlo pensado antes, porque es probable que lo pensase, sino haberlo pensado mejor. Me gustaría creer que el tiempo nos hace mejores y nos enseña algo, y eso que aprendemos nos permitiría, de volver atrás en el tiempo, hacer las cosas de de un modo más adecuado. Se aprende de los fallos, pero hay fallos que no debes cometer, porque revelan que actuaste, por ejemplo, como un miserable, o un egoísta... y eso puedes ir cambiándolo, matizándolo modulándolo, con esfuerzo y asunción de tu error. Así pues, arrepentirse es algo importante. Pensar que en la vida no hay que arrepentirse de nada es tan sorprendente como una señal de contumacia en una soberbia que, desgraciadamente, nos empujará hacia errores similares.

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No soy un entusiasta de celebraciones tales como el día del padre, de la madre o del amor. Me sobran como liturgia de compra, pero el caso es que este miércoles estaba yo pensando que, de poder cambiar algo de aquello que hice y que fui, del modo en que pensé ('metanoia', el término griego que significa arrepentimiento, implica un cambio de pensamiento, un nuevo modo de opinar), uno de los asuntos que modificaría significativamente es mi modo de relacionarme con mis padres en esa época en que tus padres dejan de existir, ese tiempo antes de los 20 años y bastante años después. Vas a la tuya completamente, empujas por tu futuro, quieres viajar, quieres ser, vivir... y los aparcas. A ellos y, por ejemplo, a todos esos molestos marrones de esa casa en la que todavía vivías y que, además, luego será tuya. Quieres y debes volar, pero quizá sería bueno no olvidar que había un suelo y que en ese suelo se quedó la gente que más te quiso. En fin.

Haría bien Mazón en arrepentirse de lo que ocurrió el 29 de octubre. Haría bien el Gobierno en admitir el error de no tomar las riendas de una situación que superaba en mucho las capacidades de la Generalitat a partir del día siguiente y durante, al menos, una semana crítica. Si alguien necesita pruebas de lo muy equivocadas que están todas las administraciones es que, a estas alturas, todavía hay miles de ascensores averiados. Inaceptable y tercermundista. Se les debería caer la cara de vergüenza ante la demostración de falta de implementación de soluciones en un país que se precia de sentarse en el G-20.

Arrepentirse no es, en cualquier caso, salir a decir que «con lo que sabemos ahora habría hecho las cosas de otro modo». O «es que pensábamos que la Generalitat sería más diligente». Son coletillas que están utilizándose mucho y de un modo muy pueril. Cuando la jueza de Catarroja haga desfilar a todos los trabajadores del 112, ese supuesto desconocimiento va a quedar fulminado como argumento propio de un adulto responsable y conocedor de las competencias y mecanismos de la Administración. La alerta ciudadana se activó de buena mañana. En el edificio situado al lado del Cecopi cobró forma desde horas antes de que Mazón llegase a l'Eliana. El presidente debería arrepentirse de no haber llegado antes y de no haber hecho caso de las señales recibidas durante todo el día. Quizá esté arrepentido. Como quizá lo esté el Gobierno. Nuestro problema como ciudadanos y como sociedad es que nadie está dispuesto a reconocer que lo hizo mal, porque arrepentirse es un signo de debilidad.

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