El síndic socialista en Les Corts, José Muñoz, reprocha reiteradamente a al presidente de la Generalitat y líder de los populares valencianos, Carlos Mazón, su «cinismo». Los cínicos no están bien vistos en política. No sólo por parte del PSPV. En el PP tampoco gustan. ... Con total seguridad, Mazón tendrá mucho mejor concepto de sí mismo. Y si no lo tiene él, ya harán los demás por hacérselo ver. En general, en los partidos políticos, los cínicos son mirados con sospecha y recelo. Unos y otros, de izquierda y de derecha, prefieren a los que ya salen convencidos de casa. No es que, los prefieran, es que los exigen. Donde haya una fidelidad canina que se quiten los cínicos, siempre peligrosos.

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En eso, los políticos son muy parecidos a los periodistas. Nunca falta en un buen discurso de un plumilla premiado las referencias a Woodward, Bernstein y, por supuesto, a Kapuscinski, que tuvo a bien escribir 'Los cínicos no sirven para este oficio (Sobre el buen periodismo)', y en este sentido, redobló su apuesta cuando abundó: «Las malas personas no pueden ser buenos periodistas». Ya tienes que estar sordo o conocer a pocos periodistas de los buenos para escribir eso y seguir con tu día como si nada.

Ya que estamos en naderías. Nada gusta más a un cargo; ya sea electo; ya sea elegido por el dedo de la autoridad competente, que rodearse de gente entregada a su proyecto. Con su proyecto, el de él, que suele exponerse como algo provechoso para todos, dejando de lado la miseria humana de los que pelean con uñas y dientes por el escaño, la hipocresía de los que defienden servicios públicos pero huyen de ellos como de la peste, el modo en que se cambia un argumentario en función de si se está en la oposición o en el Gobierno. En definitiva, la manera en que los intereses se imponen a los principios en todos los partidos políticos. Y en términos periodísticos, nada más goloso que enfundarse en la verdad y los valores más elevados. Pero no es lo mismo el valor que el precio, aunque se confunden.

Ante toda la patulea de abanicadores de líderes y aplaudidores de principios, se sitúan los cínicos. Es normal que Mazón le reprochase a Muñoz que le insultaba al llamarle cínico. Nada peor que un cínico. Nada más peligroso porque se trata de gente descreída, que en un momento dado resulta útil para la causa, pero que, en general, mantienen una actitud distante, contemplativa, poco maniquea y escasamente conveniente para tiempos tan efervescentes, tan indicados para cabezas huecas deseosas de llenarse de lo que un buen líder disponga introducir. A los cínicos, ni agua, porque se la beben, dan las gracias y se van.

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