Urgente Podemos pide a la jueza de la dana todas las cámaras de Emergencias para comprobar la llegada de Mazón

Llegan, por fin, los nuevos altos cargos políticos a los diferentes escalones de los ayuntamientos, diputaciones y Generalitat. Unos llegan y los más afortunados, permanecen. ... Afortunados, ellos. Nosotros, según quién sea el alto cargo. No obstante, todos ellos, sin excepción, nos hacen un favor tremendo ocupando el cargo que ocupan. Pasaba antes, pasó en 2015 y pasa ahora. Con la incorporación de un conseller, un secretario autonómico... siempre hay un asesor afín, o un compañero de partido, que te susurra las bondades del fichaje porque, obviamente, en el sector privado ganaría el doble, o el triple, o el cuatriple. ¿Por qué no? Sin embargo, les puede la vocación de servicio, que es un sentimiento muy poderoso y benefactor para toda la sociedad que consigue que personas que podrían multiplicar sus salarios en un periquete se atornillen a los sillones de tal manera que en ocasiones tienes la sensación de que hará falta un abordaje de su despacho por parte de un comando de élite para desalojarles del cargo y de la tarjeta de acceso al palacete. Porque estamos en el siglo XXI pero en la Generalitat les encanta trabajar en palacetes, que debe ser otro de los sacrificios inherentes a la vocación de servicio público.

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Me consta personalmente que hay algunos miembros del Consell que ganarían mucho más en la empresa privada. Pero son pocos. Los había antes, pero también eran pocos. Consellers, y no digamos secretarios autonómicos y directores generales. ¿Recuerdan la renuncia de Montero a una beca en Harvard? Pues igual. Tenían todos una vida dichosa y una confortabilidad económica brutal pero se cambian de coche y de casa solo cuando llegan al sueldo público, que ya es casualidad.

No hay más que ver qué ocurre con los altos cargos salientes. Los que eran funcionarios vuelven a sus plazas, y obviamente los nuevos dirigentes, que eran sus rivales políticos, no les van a valorar para bien. Les toca vagar por el desierto. Como todos van por bandos y bandas, nadie se fía del alto cargo que retorna a ser funcionario, y hay muchos que no tienen ni tareas asignadas en su vuelta a la Administración. Un derroche de dinero. Eso ha ocurrido ahora y ocurrió también en 2015. Y los que no son funcionarios y tenían algún tipo de ocupación en el sector público, que siempre era brillante y en la que ganaban un potosí, pues ahora se reenganchan donde pueden. A todos se les presume dignidad y se les desea suerte en su futuro, pero los que se fueron y los que se irán, en un significativo porcentaje, su mejor sueldo fue la nómina pública, lo cual es un problema para ellos y para nosotros.

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