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El otro día le expliqué mi día a día a una abogada y le sonó a chino mandarín. No se lo imaginaba así. Lo mismo ocurrió cuando ella me comentó sus cosas de letrada. Junten en un grupo a gente que sale cada uno de ... un sitio y póngales a hablar de sus trabajos de manera desenfadada, a calzón quitado, tranquilamente. Acabará todo el mundo flipado, pero mucho más sabio y conectado con la realidad. Putnam alerta en 'Solo en la bolera' sobre esos usos y costumbres (en su caso, el modo de vida que se ha impuesto en Estados Unidos) que degeneran en el declive de los vínculos sociales. De tal modo que, por pereza o por miedo, la gente prefiere quedarse en su casa, hablar sólo con los que tienen afinidad o acabar yendo a la bolera, pero a jugar en soledad. Advierte Putnam de que el capital social se genera a través de dos maneras de establecer vínculos y relacionarse para hacerse favores: el aglutinante o el de acercamiento. El primero es entre iguales, o gente con intereses y deseos afines. Llámese un casal fallero, una peña gatronómica o deportiva, amigos ex alumnos de Farmacia... o afiliados de un partido político, ejemplo que pongo porque la cabra tira al monte y las manos van al pan.
El capital social aglutinante está bien, pero no nos engañemos, es más de lo mismo, girar alrededor de los mismos temas y recibir una ayuda entre iguales o próximos. Las posibilidades de participar en algo verdaderamente novedoso, de innovar, abrir la mente a nuevas perspectivas a la hora de abordar un problema, recibir una inspiración, son mucho menores en ese modo aglutinante.
El verdadero tesoro se suele encontrar en el acercamiento. Es decir, en las reuniones con personal heterogéneo, que son mucho menos habituales. La cautela frente a lo desconocido y los desconocidos siempre es mayor y reduce las ocasiones en las que te ves obligado a hablar o relacionarte con gente que no conoces de nada o no sabes por dónde te va a salir. Sin embargo, Putnam señala que la experiencia nos enseña que el capital social generado por acercamiento es el más rico e innovador. Se abren puertas a lo desconocido que permiten abrir otras puertas también insospechadas.
Me gusta, cuando estoy en Les Corts, cuando los políticos de distintos partidos hacen corrillos y hablan entre ellos, más allá de saludarse amablemente. Casi debería ser un ejercicio obligatorio, esa mezcla. Cuanto más parecidos a nosotros son los personajes con los que nos relacionamos, nuestra novela es más corta y previsible. Las mejores historias son las más sorprendentes, y nacen de relaciones inesperadas.
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