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En 2009 se escribió una canción, 'Romanç de Senyera': «El dia trenta d'octubre/ Del mil nou-cents vint-i-tres/ Se'n va ... eixir el riu d'Albaida / I allí no sabien res / Aplega a Manuel /Allí tots assustats /S'endú el molí Ximot /I els mulos dels soldats / Aplega a Senyera /Tampoc sabien res /Les dones assustades /Se'n pujaven pels graners /S'abracen unes a altres /Dient: anem a morir! /Aigua fins a les almotlades /El riu s'emporta fins els llits». La escribió Pep Gimeno 'Botifarra', del que yo no soy fan, pero que es cultura popular. Y la cultura no debe perderse, porque cuando se olvida, pasa lo que pasa.
La canción cuenta una barrancá, la de 1923. Sucedió un 30 de octubre. Escrita hace 16 años. Tremenda coincidencia. He escuchado a algunos diputados de Vox reírse del 'Botifarra' en Les Corts. No digo yo que vayan a todos sus conciertos, porque yo no he ido a ninguno. Cuestión de gustos. En cualquier caso, ni desprecio ni olvido para esas canciones que cuentan cosas que pasaron y que han vuelto a pasar, pero trágicamente multiplicadas.
Mompó el presidente de la Diputación de Valencia nació en 1981. Tenía año y medio cuando la pantanada de Tous arrasó su pueblo, Gavarda. Ahora es alcalde de esa localidad. El 29 de octubre de 2024, casi como en la canción, con una alerta roja como una catedral, se dedicó nada más amanecer a pegarle un repasito a su pueblo. Que si los conos, que si las carreteras. ¿Es Mompó el más listo de la clase? Pues no lo creo. Pero tiene memoria y conoce la historia de la zona, que no es poca cosa. En Presidencia de la Generalitat no habían escuchado al Botifarra ni parece que hubieran vivido una pantanada como Mompó. Y lo mismo sucedía con la castellonense Salomé Pradas, o con el alicantino Emilio Argüeso.
Se puede ser abogada o guardia civil, tener en el currículum más o menos títulos, pero cuando estamos en octubre y hay amenaza de llover mucho en Valencia, lo adecuado es no despistarse. Y si eres el responsable de Emergencias no es que sea adecuado, sino que es un imperativo. Que nadie se sienta obligado a escuchar al Botifarra, que nadie se sienta obligado a leer periódicos que aquella mañana advertían de que podía haber graves problemas, que nadie se sienta obligado a ver À Punt. Eso sí, daño tampoco le haría daño a nadie hacer esas cosas de vez en cuando. O, al menos, contar en sus equipos con gente lo suficientemente variada como para recoger las «múltiples sensibilidades» que conviven en la Comunitat, esas que te pueden avisar de lo que puede pasar en octubre, ya sea en 1923 o en 2024.
La mirada unidireccional no es un problema exclusivo de los actuales gobernantes. El Botánico tampoco era un catálogo de pluralidad social. La colaboración entre lo público y lo privado estaba siempre en cuarentena, por ejemplo. Como ocurría con la bandera de España. La denominada 'batalla cultural' consiste, precisamente, en realzar una serie de elementos de la cultura por considerarlos 'buenos', propios, integradores... y despreciar otros por entenderlos como 'malos', forasteros y excluyentes. Poco a poco, ese tipo de pugnas reducen los acervos, se rebajan, se radicalizan y, finalmente, se enfrentan y dejan de convivir para, de este modo, despreciar al Botifarra, odiar a Pérez Reverte, mofarse de Ripollés, no leer a Estellés... y así hasta evitar hablar en valenciano o en castellano. Lo peor ya no es dejar de hablar un idioma con el que convives, sino llegar al punto de no escucharlo.
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