El saber estar en Les Corts

Camarero, vicepresidenta primera del Consell, es una señora de derechas, del PP, y como tal va a aplicar en el área de servicios sociales las políticas que le dicta su conciencia y convicciones. Lógicamente. Para eso le han votado y, además, su partido ganó las elecciones. A quien no le guste está en su derecho de protestar, pero no de sentirse ni defraudado ni sorprendido. Es más, si hiciera algo distinto a lo que hace, a quien estaría traicionando es a sus votantes. Además, ejerce de madre y padre en Les Corts, donde el jueves se lió la de San Quintín. La oposición gritó y pateó, protestó y armó bulla. Con una dana encima y 223 muertos sobre la mesa, qué menos se puede esperar. Es cierto que la belicosidad, como la maldad, la bondad e incluso la idiotez, presenta grados. No estaba en el mismo plano el PSPV y Compromís, como nunca lo han estado. La coalición nacionalista se reconoce más en la provocación y se siente más cargada de razón cuando es provocada.

Teníamos, pues, una oposición en efervescencia. Nada sorprendente, por otra parte. No hay más que ver lo que está ocurriendo en los plenos municipales de las zonas afectadas por la dana para comprobar que los ánimos están muy caldeados. Les Corts no es otra cosa que la representación de ese pueblo, ahora muy enfadado. No obstante, asumiendo la crispación e incluso sin dejar de considerar que existe cierta sobreactuación por parte de la oposición, el Consell no puede dejar de comportarse como Vanesa. Debe elevarse.

El que tiene la sartén por el mango en el Ejecutivo, y también en el parlamento, es el PP, porque es el grupo mayoritario y, además, cuenta con la colaboración, en mayor o menor medida, de Vox. Son los que mandan. Están gobernando. Los que llevan el timón, los que saben realmente cómo están las cosas y los que deben mantener la calma, son ellos. Por eso hay que decir que Camarero hizo lo que tocaba, que es elevarse un poco sobre una situación completamente descontrolada en la que, por cierto, Llanos Massó hizo lo mejor que se podía hacer. La presidenta mandó parar para templar los ánimos, por mucho que se sorprendiese Mazón, que es la presidente de la Generalitat y quien, además, debería evitar partirse de risa cada vez que su amigo Rovira se comporta de ese modo que en su propia bancada, la del PP, gusta entre poco y nada. Rovira, a la sazón conseller de Educación, no pudo evitar sacar su faceta más camorrista. En la anterior legislatura ya la exhibió, para estupor de sus compañeros, pero como conseller debería tomar ejemplo de Camarero.

Se puede ser muy del PP, se pueden hacer recriminaciones de gran calibre a la oposición, con más o menos razón, sin perder las formas y sabiendo estar. El control de una casa en peligro tiene que estar siempre en manos de los que actúen con mayor templanza y sentido de la responsabilidad. El Consell lo tiene muy complicado, con su parte de culpa, más o menos, pero debe elevarse sobre el ruido. Y sobre los ruidosos. En valenciano se dice «tener categoría». Hay que tenerla. Qué menos.