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Nada hay tan noble, dicen los que de amores saben, que la defensa al ver a la esposa de uno perseguida por una jauría de voraces lobos humanos que han detectado algún síntoma de debilidad.
Ese comportamiento, señalan quienes conocen la lucha por la libertad ... y emancipación femenina, ese es el signo por el que lograr la emancipación y libertad propia, en un contexto de igualdad democrática.
Sucede que ese marco ideal de libertad democrática, no parece ser todavía el espacio que compartimos los que habitamos en la que, hasta ahora, llamamos España. Estos días de excepción, cuando escribo esta columna, no sé lo que habrá hecho el presidente, aunque alcanzo a adivinar que se queda por amor a los españoles, sobre todo si piensan como él. O sea: «sus españoles».
Los que dudan de ese amor señalan que no solo piensa en sus votantes sino que , siguiendo la consigna, de tinte religioso, de amar a a tu prójimo como a ti mismo, se ve que se ama mucho, algunos dicen demasiado.
En eso estamos. En que se ama locamente. Esa elemental y humana sensación parece llevarle, dicen esos lobos perseguidores de sus maniobras, a proteger a su particular tribu, empezando por su honorable familia.
Más he aquí que su familia, me refiero a la del Sr. presidente, no es solo su familia; es objeto de observación meticulosa y pública. A eso se refiere el que está haciendo de observador, además de opositor político.
Dicen que su señora ha utilizado la función de su esposo presidente para alcanzar y mediar en acuerdos que no presentan la claridad necesaria y eso no solo no está bien. Eso está mal.
La trayectoria de su amada esposa en busca de ese lugar de libertad económica está empañada. Incluso han llegado a la querella. Esta situación ha herido a su amado, o sea a él mismo. Se ha retirado a llorar a casa, a la Moncloa. ¿Y? Y nos ha escrito una encíclica-carta.
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