Los deseos

Entre los anuncios empezados a primero del mes de diciembre hasta hoy he acumulado 'felices' hasta que la felicidad casi me ahoga; no por ello dejamos, como norma general basada en la tradición cristiana, primero y luego cimentado por las multinacionales que van a lo suyo que es hacer caja, de alegrarnos un poco. Las luces, algunos belenes y los árboles con bombillas, eso sí, leds por el cambio climático, a ver cuál es más alto.

Lo que no deja de ser curioso, y parece que es una batalla entre alcaldes por salir en los telediarios que, a veces, dan noticias distintas a la actividad y el balance del presidente del Gobierno, cabalgando en su Puma o en su Falcon o el correspondiente parte de guerra en Ucrania y ahora en Gaza.

Sí. Eso es, además de los árboles altos, está la lotería y lo que piensan hacer con el dinero que les haya podido tocar. Todo perfecto incluido la nueva ola de Covid y gripe. ¿Pero en realidad qué es un deseo? A lo largo de la vida, o si quieren de este año pasado, para no hacerlo difícil, surge en nosotros una especia de pulsión cuando vemos algo que creemos que mejorará nuestra vida inmediata.

Es la esperanza de obtener algo y puede tener que ver con muchas circunstancias que no son siempre iguales para todos porque, aunque nuestros instintos primarios pueden coincidir, las personas no somos iguales ni reaccionamos lo mismo ante una oferta. Por esa razón el que yo ahora diga: ¡que se cumplan todos sus deseos está justificado! Sin saber cuáles son acierto, como aciertan los niños en su larguísima carta a los Reyes, si es que queda alguien que no ha dejado juguetes con ese invento del Papá Noel, que parece haberse instalado entre nosotros. Nuca sabré si se dejan tan pronto porque es una forma de entretenerlos. ¿Hay alguien ahora que se espere hasta la madrugada del día 6 de enero.