La evaluación

Recibí la invitación del magistrado emérito José María Tomás y Tío. Él emérito y yo también, - cada uno en su especialidad -intercambiamos algunas bromas «eméritas» recordando lances.

En el sotanillo del Ilustre Colegio de Abogados de Valencia nos reunimos unos pocos - la lluvia en el exterior había impedido que acudieran más interesados en oír al autor, el magistrado Pascual Ortuño, exdirector de la Escuela Judicial española ,plantear el porque de la necesidad de que los «justiciables», o sea nosotros , los que no somos jueces- como calificó muy acertadamente el presentador -que yo llamo «glosador» D. José María- entendiéramos la necesidad de recuperar la cercanía a aquellos que se instalan en el llamado Tercer poder del Estado, los jueces.

«El glosador» dejó en el aire enhebrada una palabra-concepto que me cautiva. EVALUAR; lo hizo, salpimentando con anécdotas, circulando en torno a las treinta preguntas que el autor plantea en el libro.

Sucede que mientras escribo esto, del libro se cae un separador y copio lo que está escrito. «Es el espíritu y no la forma de la ley lo que mantiene viva la justicia. Earl Warren». Es a los jueces a los que les corresponde mantener ese espíritu. Me pregunto: ¿Están preparados para ello? ¿Quién evalúa a los que juzgan?

¿Están sometidos a una evaluación clínica antes de ejercer como sucede, al decir del autor, en otros países?

Juzgar a otros debe ser algo más que aplicar estrictamente la letra de la ley- una ley, en ocasiones, anclada en el tiempo. Propongo revisar esto. Nos va la libertad en ello.