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Es casi de madrugada. Estoy en la frontera virtual de los Pirineos y atisbo por ver si detienen al autoexiliado, vía maletero, el llamado «hombre de Waterloo» o sea Puigdemont. Soy como un pequeño tamborilero en plan Bruch.
Al tiempo supongo que los esenciales de ... la banda de los cuatro del procés, estarán atentos con su «pa amb tomaca» o succionando una «calçotada» sanchista al uso, mientras conspiran para su referéndum. Tengo miedo de ser perseguido por columnista infame. Al ser de la periferia no soy nadie y eso amortigua mi pesar.
Anoche caí en la duda metódica. Acribillado, maltratado, humillado, casi vencido, creo haber visto la luz :soy víctima de la información en avalancha, lo que me produce el síndrome de estar desinformado.
Es el síndrome de Stendhal no artístico, de estar hasta el escroto de tanta cara de cemento del personal que manda. Síndrome de cara de cemento; se me queda la cara mía más de bobo que nunca.
Hace tiempo di en escribir con estas palabras:
«Y en esto estaba yo cuando por la calle un joven de color- antes negro- me sonríe con unos dientes supermegablancos- la envidia de las mises- y me da un papel tamaño octavilla que señala a un tal Profesor Bambo.Es un vidente que lo resuelve todo y, además se paga después del resultado».
Mr. Bambo es un vidente que se da 72 horas para resolver retornos de personas queridas, quitar mal de ojo, mejorar en el deporte, en los negocios, en la impotencia sexual, protección contra los miedos y accidentes de la vida en general.
Llevo días deambulando para encontrar a Bambo. Me aseguran que se ha ido por falta de futuro en este país. Hacía jornada de 8 a 22 horas. Un currante de las cartas, de los posos del café, de la adivinación y de las hierbas se cansó de nosotros. Te entiendo Bambo. Tampoco puedo con el país actual. Me haré «influencer».
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