Leña al mono

No teníamos bastante y parió la burra. Apenas con la sombra acechando con el Covid y con los derivados que han producido en muchas personas las vacunas en materia física y psíquica, cuando la OMS hace subir el escroto a la garganta. Ya sabíamos de esa enfermedad pero lo que llama la atención es la velocidad de transmisión que ha invadido África, que está ahí abajo, y el riesgo del salto a Gribaltar donde habitan unas docenas de monos saltarines.

El mono era popular y querido. Ahí está Chita, la mona de Tarzán que le hacía compañía. La cosa cinematográfica nos ha traído nuevos mitos y ahora la 'rebelión de los simios' supone un avance para el mundo simiesco.

La importancia adquirida en su día por el zoo pequeñito del Ayuntamiento de Valencia, bajo el paraguas científico del profesor Docavo, queda en la memoria de muchos estudiantes valencianos que iban a ver lo que hacía el gorila. Lo mismo que ir a ver como comía el tigre o los leones.

El gorila era un ejemplar donado por una fábrica de zumos y refrescos de la ciudad y no era como muchos creían Anis del Mono. Anís que todavía está ahí como copita para viejos de tertulia y dominó.

El gorila se excitaba al ver a tanta gente y se daba unos golpes tremendos en el pecho y daba en masturbarse con frecuencia y frenesí lo que ruborizaba a las estudiantes y motivaba los gritos de aliento de los chicos entre risas.

El asunto ha adquirido dimensión planetaria. Supongo que habrá gente al acecho contando las vacunas que pueden servir para evitar el ataque del virus. Muchos se estarán frotando las manos. Los imitadores de aventuras pasadas, los listos que se forran a costa del posible enfermo del virus, están haciendo números sentados a las mesas de lujosos restaurantes. Se reparten el botín.