La manifestación

Mi experiencia en manifestaciones es relativa, es decir que me he manifestado poco, frente a otros que lo hacen siempre.

Los últimos y desafortunados accidentes que la Naturaleza ha dejado en Valencia y la evidencia de la falta de operatividad de quienes nos gobiernan, demostrando su incapacidad para realizar la función para la que han sido elegidos, han dejado abierta la puerta para manifestarse.

De hecho, hemos comprobado que algunos colectivos han utilizado esta situación para «arrimar» el ascua a su particular sardina, rescatando para sus intereses el grito colectivo.

Ese ángulo de la manifestación autoriza a plantearse: ¿Para qué sirve una manifestación? Los convocantes últimos podrían calificarse como personas de izquierda, muchos enraizados con las tradicionales reivindicaciones pro-países catalanes venidos del principado con la intención de evidenciar que somos hijos de la misma cultura, lengua incluida.

Tienen derecho a hacerlo.

Muchos han venido a ayudar como voluntarios en la tarea de sacar barro de las calles y otros no. Hay que agradecer esa colaboración, aunque no se esté de acuerdo en otros aspectos.

De Jordi Pujol hemos leído que nunca alcanzarán la independencia; el otrora «president» de la Generalitat catalana ha sentenciado con una expresión tal como que «España es poderosa».

Una vez pasado un mes del desastre, la situación sobrepasa la ideología. Conviene recordar que la desaparición de autónomos, pequeños negocios etc. supone más del 30% del PIB de nuestra Comunidad.

Sirven las manifestaciones para ejercer presión política y forzar a los dirigentes a tomar decisiones. Da pena el espectaculo de Les Corts.