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Antes de desbordarse el barranco del Poyo y que las aguas arrastrasen bienes, haciendas y personas, la clase política volvía a hundir su prestigio.
El fango llegaba en este caso hasta el escroto volátil de un diputado, Iñigo Errejón, que combinaba la moral igualitaria en ... público al tiempo que violentaba en privado la virtud de honestas compañeras de ideología.
La DANA ha extendido un paréntesis en el mentidero nacional. Los medios se debatían entre una esposa presidencial con aires de una inexistente primera dama envuelta en papel judicial, y un coronel de la Guardia civil, avalado por el Supremo, en lucha contra la ojeriza de un ministro del interior.
Errejón saltaba a primera plana con un viejo asunto cuyo eje pivotaba en la bragueta nerviosa. El lenguaje popular diría que era un 'salido' que abusaba de su preponderante cargo. Yolanda tú lo sabías y callabas. ¿Por qué?
De repente, «Iñigo en llamas» se descuelga con una declaración confusa. Acusaba al estatus público de pervertir el alma buena de quien había llegado a la política para defender principios esenciales. Se autoculpaba de empoderarse y con esa base ejercer de macho alfa sobre compañeras, y lo hacía desde hace tiempo mediante el sistema de tocar el trasero hasta el intento de empotramiento ascensoril; se jaleaba el gallito mecido por el uso de lenguaje supuestamente erótico festivo. Yolanda tú lo sabías.
Detrás de las gafas gobbelianas de intelectual que ejercía de chico progre, Errejón se rasgaba las vestiduras haciendo defensa de la igualdad y combatiendo al heteropatriarcado tan denostado.
Las desgracias como la DANA, asesina y depredadora pasará y volverán los Iñigos de turno ocultando erecciones culpables. Váyanse a casa, practiquen con Onan. Dejen sitio y dineros a otros, que los hay más limpios.
Entre unas cosas y otras, la fe en los representantes del pueblo llano está tocando fondo. Cuidado. Hoy son barro y gritos. Mañana quién sabe..
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