Pringados

Yo creo que estamos rodeados de ellos, no me descarto. Sin entrar en una diatriba, en una columna, política deseo personalizar, aunque algunos de esos especímenes sean políticos.

Veo al Sr. Puig expresidente, dándose un efusivo abrazo al recién investido Sánchez. Creo que en el talante del abrazo más allá de lo conveniente hay una petición. Un «No me dejes solo».

El abrazado no dice nada, su rictus de alegría contenida no es óbice para que en su memoria surjan las diferencias nacidas del apoyo a Susana Diaz. Yo no perdono. Ocúpate de ti mismo.

Ha nacido un pringado.

Una vuelta por la páginas de algunos medios no dan la noticia, sin confirmar por mi porque ni estaba, ni fui invitado al ágape con la que los más relevantes iconos «rosa»de la sociedad que «está siempre en la pomadaglamourosa» y que viven de ello ,se dan cita en un Madrid «ayusiano».

Se dice que la sobrina del Rey, Federica, en una de esas fiestas se había «alzado» con algunos regalos que, además del suyo pertenecían a otros invitados. Me extraña y no pongo la mano en el fuego por esa noticia, pero...

He aquí un camino que se inicia al autopringamiento. ¿Qué necesidad tiene esta joven aristócrata de hacerse con lo que no es suyo? ¿Padece una pulsión que la inclina a echar mano de lo que pertenece al otro? Mal Federica. ¿Viene de origen?

Recuerdo el caso Cifuentes que ahora está casi en el baúl de los recuerdos. Son ganas de opositar a pringarse. Les sugiero que piensen y detecten a cuantos pringados reconocen. Aléjense de las tentaciones. Buenos días.