El vacío

Como ayer que leí en un diario, de tirada nacional conservador, en la sección dedicada a la salud un titular sobre próstata y sexo; me interesé a ver que decían, dado que tengo lo primero y he olvidado lo segundo.

Mire usted que- según un estudio sociológico de esos que se hacen en algunas Universidades de origen anglosajón, yo creo que para mantener el año sabático y la beca -señalan que la práctica continuada del sexo ayuda a mitigar el riesgo cardiovascular, calma el stress, y disminuye la presión prostática y ralentiza las visitas al WC.

«A buenas horas» señalaba un cartel ganador de cuando, en el Ateneo de Valencia se celebraba la semana del humor, y ese cartel estaba clavado junto al esqueleto de un náufrago mientras se acercaba un barco.

Desecho por inútiles esos pensamientos y caigo en el análisis de cuanto nos está cayendo día sí, día también, a través de los medios en torno a las guerras en curso progresivo, y me centro en nuestro país.

Noto que me asomo a una olla de bordes cortantes en cuyo fondo burbujean una serie de cocodrilos y otras alimañas y me da un vahído, que no es el anuncio de que voy a dormirme o los efectos de la pastilla que me he tomado. Es el miedo que tengo a caerme en el interior.

Dada mi edad provecta no debería preocuparme por aquello que para lo que me queda de estar en el convento...ya lo terminan ustedes de completar. Pienso en los que me siguen, mis hijos y los suyos, por ejemplo. Les habíamos dejado España en equilibrio y ahora: Zozobra e insomnio. Piensen.