De Waterloo a la Moncloa

Ahora en la misma ciudad, el nuevo emperador Puigdemont está ganando poco a poco la batalla al huidizo presidente en funciones que, euro a euro marca el camino para mantenerse en su palacio, que, aunque no quiera es de cristal. Es decir: se le ve el plumero claramente.

Supongo que, en su colchón casi nuevo, le dice a su esposa Begoña. Bego en política todo vale. Sin más.

No. No vale todo porque en el camino te dejas los principios éticos que el PSOE, dicen los que han estudiado su historia, en 140 años ha defendido, como es la igualdad entre los hombres. Sin más.

¿No son iguales en España los andaluces, los murcianos, los valencianos, los extremeños a los catalanes adscritos al criterio de «la pela es la pela» o el tan socorrido principio de que «quien no llora no mama»?

El juego de póker que juega Esquerra Republicada de una parte y Junts de otra, acorralan la ambición de un Pedro Sánchez que cede a cualquier precio, que no paga él, por cierto. Lo pagamos entre todos.

Luego está el asunto de la discusión que mantengo con un grupo de tertulianos acerca de la complicidad posible del Rey en este asunto.

Si firma, rubrica su adiós.

A estas alturas de esta columna, no sé si finalmente las apuestas por sacarle a cada vuelta de tuerca un millón más y diez amnistiados, sea cualquiera que sea su condición terrorista desde CDR a Pujol sacamantecas del dinero público, han variado o no. Las decenas de miles de voces gritando un NO a la amnistía no parecen servir de nada.