Lisette Oropesa es una de las estrellas del mundo de la ópera hoy en día y en esta «Manon» hace lo propio: brillar. Lo hace de manera deslumbrante. El papel le va, desde el punto de vista técnico, perfecto. Se desenvuelve en todas las agilidades ... y no tiene problemas en subir al sobreagudo, pero eso, aunque parezca difícil, no cuesta encontrarlo en una intérprete del papel, más raro es que posea el cuerpo necesario en el centro para conseguir todos los colores expresivos que el inmenso y complejo rol exige. Oropesa demostró no solo ser una Manon ideal a nivel vocal, sino también interpretativo. Personalmente, me quedo con esa nostalgia de la sensualidad pasada que logra en su voz durante el dúo final al emular el acto de Saint Suplice. Además, en escena se desenvuelve con el mismo virtuosismo: baila cuando toca o deleita con un juego de sombrero a lo Chaplin en el acto cuarto.

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Sé que no es justo ni para la soprano ni para sus colegas señalar que el nivel de Oropesa estuvo desproporcionadamente por encima del resto del reparto. No es culpa ni de ella ni de ellos, pero fue así. Charles Castronovo se entregó al máximo como Des Grieux. En los dos primeros actos se esforzó y logró grandes momentos líricos, pero lastrados por una voz de ingrato timbre y tosca técnica. Sin embargo, fue en el tercero donde mostró evidentes dificultades. Carles Pachon firmó un Lescaut de gran lirismo y atractivo vocal, pero algo plano, mientras que a James Creswell le faltó cierta nobleza en la línea del canto pese a firmar un más que correcto Conde Des Grieux. Más alto nivel presentó el conjunto de coprimarios de entre los que destacamos a Jorge Rodríguez-Norton con su excelsa interpretación de Guillot. El resto de partes fueron de partes fueron interpretadas excelentemente por cantantes que o bien estudian o han estudiado en el Centre de Perfeccionament, o forman parte del coro. Eso, junto a la orquesta y el propio coro, demuestra el gran nivel estructural de nuestro teatro.

El otro gran protagonista a nivel musical fue James Gaffigan al frente de la Orquesta de la Comunitat y el Cor de la Generalitat. El director mostró, como siempre, una magistral precisión pero, además, atención a los detalles y las dinámicas firmando una versión clara y fresca, como si recogiese en la orquesta los colores de la personalidad de Manon antes de hundirnos en la nostalgia del quinto acto. Una partitura de estas características permite deleitarse con nuestra magnífica orquesta y sus excelentes solistas.

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