Urgente Dos afortunados se reparten 380.000 euros con la Bonoloto de este viernes

A ver si consigo explicarme. En realidad, el hecho de no jugar la Champions no es el drama. Uno puede suspender, si al menos ha ... hecho lo necesario para presentarse al examen, y ya se aprobará. La tragedia se plantea en un club que ha olvidado que es un equipo, y destila melancolía por el pasado. Dobletes y trofeos que coinciden en ser parte del pasado. Melancolía por un presente mediocre, y un futuro aterrador, de esos de película de terror, cuando sabes que no tienes que abrir la puerta. La máxima ignominia de la dirigencia se ha perpetrado con Mestalla. De manera cruel y con una perspectiva sádica. Esta gente está para ofrecerse en futuros desempeños profesionales, como magos del patrimonio. Los que no fueron capaces de un solo gesto a nuestra historia centenaria planean, en el año de una nueva hazaña deportiva, que Mestalla acoja la Champions Burger. No es un síntoma de su torpeza, ni un termómetro de lo que hemos consentido. Es una vuelta de tuerca al aparato de la tortura. ¿No queréis Champions? Pues Champions Burger. Y Mestalla de fondo de cártel, y foto bien perfilada de la hamburguesa chorreante. No es solo el olvido de ser un equipo de fútbol. Es acostumbrarse a ser un equipo que no pone límites a su degradación. Con modestia, uno ya ha escrito que Mestalla, junto a Algirós, a pocos metros de la Gran Pista de la Exposición, fue un espacio esencial para cambiar la perspectiva urbana. Que acogió festivales gimnásticos, mítines políticos, carreras ciclistas, exhibiciones de todo tipo, guardando respeto al uso deportivo esencial del campo. Ningún directivo necesitó ningún master ni asesoramiento externo para pensar en otros usos. Lo esencial continuaba siendo lo que se dirimía cada quince días. Ahora, cuando la plantilla del Valencia tiene perfil de traje que acabará en Vinted, cuando no hay dinero ni para pagar una concentración, y se trata de ahorrar en el abono físico, en un mensaje institucional, el club anuncia que junto a Legends escucharán la opinión de sus aficionados para mejorar la experiencia en el Nou Mestalla: «El Club trabaja junto a la compañía líder en asesoramiento y optimización de recintos deportivos y de entretenimiento para maximizar la oportunidad del cambio al nuevo estadio». Como párrafo es de una mediocridad total. No sé a quién engañan. La plantilla se devalúa, el equipo se muere, la dirigencia local se dedica a regalar entradas al primero que pasa, y se redactan comunicados de ChatGPT. Si no fuera porque la situación es tan dolorosa me dedicaría a la parodia, pero no me sale. Yo no quiero entretenerme, y no sé en qué consista maximizar la oportunidad del cambio. No quiero maximizar nada. Es un ejemplo de falsa transparencia, de falso proceso de escucha, de diálogo banal, como si nos consultaran sobre el color de los barrotes de la cárcel, qué tipo de uniformes hayan de llevar los de seguridad, o si hay que elegir entre un catálogo de fórmulas de cortesía en los locales: a) ¿Qué tal chicos; b) Ja ho teniu campeons?; c) Ja ho teniu artistes?... La perspectiva es aterradora, y solo falta concretar si la degradación de Mestalla será en forma de orgía de templos de la hamburguesa chorreante, la catedral de la ensaladilla, el templo de las croquetas, el Nou Pizza-Alla, o distintas formulaciones combinando el nombre y la mercancía, los calzoncillos en Me Estalla, para lucir moda, Mestalla nunca falla, y cosas así. Me valdría con poder lavarme las manos, y acudir a ver un partido de fútbol. Nada más que eso. Ni concursos, ni rugidos, ni hamburguesas. Tan simple y tan humilde como un equipo de fútbol. «Se llamará Valencia F.C...». «La voluntad de querer llegar». Es la dignidad que perdimos la que construye el palmarés.

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