El agujero sin fondo de la limpieza en Valencia

El nuevo gobierno municipal quiso empezar el mandato con dos millones de euros extra en baldeo de las calles, barrido y recogida de papeleras. Algo así como un lavado de cara urgente antes de que entren en acción las mejoras de las nuevas contratas, ya adjudicadas al fin.

Pero eso no ha evitado las imágenes de papeleras llenas, pintadas en las fachadas de edificios protegidos o suciedad en los mismos escalones de la Lonja. ¿Qué hará falta para que se apruebe un eficaz plan de conservación y cuidado del único edificio catalogado en Valencia como Patrimonio de la Humanidad? Si lo hay no se nota nada, dado que son incapaces de retirar un par de cubatas medio llenos durante días en la misma puerta, por no recordar el episodio de la Senyera errónea que ondeó durante tres semanas sin que nadie se diera cuenta.

Pero volviendo al tema de la suciedad, hará falta mucha pedagogía para reducir este fenómeno. No puede ser que todo se solucione a base de aumentar un presupuesto que ya se ha beneficiado de importantes aunentos los últimos años. Igual es que el común de los mortales se cree que todos los días en Valencia son Fallas, donde impera la ciudad sin ley en este aspecto fuera de las zonas controladas por las comisiones falleras. No he visto por ejemplo un lugar más guarro que la plaza del Ayuntamiento después de una mascletà y eso que los operarios trabajan contra reloj con las barrederas. Lo mismo podría decirse de la Gran Vía Marqués del Turia o algunos tramos del viejo cauce, en este caso usados como urinarios.

Tiempo habrá de analizar en los próximos meses la evolución de las denuncias vecinales que llegan al Consistorio, aunque la primera impresión es que la limpieza no tiene buena pinta en los barrios de Ciutat Vella, sobre todo en los más turísticos y comerciales.

Otro de los asuntos que me ha llamado la atención de la semana es el escaso eco que ha tenido el inicio del aporte de arena más importante a las playas de la Albufera desde que fue demolido el paseo marítimo hace décadas. La idea del Ministerio de Medio Ambiente es que la anchura de la orilla vuelva a ver la misma que en 1965.

Escaso eco porque uno en su ignorancia pensaba que el Ayuntamiento y la Generalitat iban a presentar este mes toda una batería de proyectos relacionados con este litoral y el cercano lago de la Albufera. Entre otras razones por la oportunidad de la colindancia de una intervención histórica y que conociendo lo que ha pasado con el Gobierno desde hace lustros, una inversión similar no se repetirá en mucho tiempo.

El paseo marítimo de Pinedo y el de la Malvarrosa necesitan una revisión completa, como percibe cualquiera que pasee unos minutos por allí. Habrá que esperar al presupuesto de 2024, el primero de la alcaldesa Catalá, para comprobar el ritmo de las inversiones y la lista de prioridades.

Hay una que no depende del Ayuntamiento aunque ya empieza a sonrojar. Leí hace poco la contestación del Consorcio de la Marina a un ciudadano preocupado por la ausencia de banderas en los dos enormes mástiles plantados en el acceso norte. Uno de los responsables del organismo en extinción le contestó que le corresponde a la Autoridad Portuaria el mantenimiento del espacio, estandartes incluidos, desde hace meses. En el litoral, lo que más se echa en falta es que las instituciones hablen entre ellas.