El Ayuntamiento acoge mañana el séptimo debate del estado de la Ciudad, el primero para tres de los cuatro representantes de los partidos presentes en ... el hemiciclo. Día de estreno por lo tanto y con todos los ojos y oídos puestos en lo que diga la alcaldesa María José Catalá, que lo hará esta vez desde la posición de gobierno de la ciudad y a la búsqueda por lo tanto de un relato que deje su impronta en Valencia.
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Es algo fácil de decir y muy difícil de conseguir, sobre todo para un partido conservador. La izquierda en esto siempre lo ha tenido más fácil: un banco con los colores de la bandera LGTBI, unas líneas de fantasía en el suelo de una supermanzana o una construcción efímera en favor del diseño colocada en la plaza del Ayuntamiento y ahora guardada en la Marina a la espera de un mejor destino, y ya sabía uno en qué ciudad estaba y quiénes gobernaban. Catalá lo tiene más difícil desde el principio.
La alcaldesa dispone de recursos de sobra y conejos para sacar de la chistera. Está empezando a gobernar y tiene el catálogo de ideas recién abierto, por lo que mañana nos sorprenderá con alguna novedad a incluir en los Presupuestos municipales de 2025 con el asentimiento de Vox, claro.
Repaso los 26 minutos de su discurso de la sesión de investidura el pasado año tras ganar las elecciones municipales con 151.482 votos. Apunta temas que ya son una realidad en los 14 meses de gobierno que llevan los dos partidos (me resisto a llamarlo coalición por sus diferencias). La rebaja de impuestos para dejar de ingresar de 67 millones de euros fue la primera promesa cumplida, al igual que la agilización de licencias de obras y actividades, junto con cambios sustanciales en las políticas de movilidad y seguridad ciudadana. La (falta de) limpieza en las calles fue otro de los asuntos nucleares que mencionó.
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Me dejo para el final el tema que se ha convertido en objeto de polémica los últimos días, el más atacado por Compromís y el PSPV, donde estiman por lo tanto que más daño pueden hacer al relato de Catalá. O el que más temen, depende del punto de vista. Me refiero a la vivienda, donde el intento pasa por unir de nuevo los conceptos de «ladrillo» y «corrupción», dos viejos conocidos en Valencia.
Así ha pasado con el primer concurso para la cesión de solares públicos con derecho de superficie, es decir, a 75 años y que el parque de viviendas de alquiler sea gestionado por empresas privadas. A bote pronto suena fuerte, aunque hay que matizar que las bases permiten el pago de un canon al Ayuntamiento, ingresos que nunca vienen mal.
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La vivienda está en la diana desde hace años en Valencia y ahora ha colapsado, como ha escrito el que suscribe y muchos más. En mi opinión, hay que darle una vuelta a las ayudas para la rehabilitación con la condición de que sirvan para la oferta de alquiler, además de una visión metropolitana del uso del territorio para pisos. Aunque seguro que Catalá ofrece otras novedades.
Los portavoces de la oposición, Papi Robles por Compromís y Borja Sanjuan por el PSPV, saben que mañana serán actores secundarios, lo mismo que Juanma Badenas, el socio de Vox. La pregunta es: ¿Será capaz Catalá de convencernos con su relato?
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