Cualquier intervención en la Lonja es una buena noticia por varias razones, tanto como que es el edificio civil que mejor reúne la historia y ... la belleza de Valencia como porque es de los lugares más visitados de la ciudad con 624.934 personas en 2022, sólo por detrás del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe. De ahí que la restauración de 20 almenas que se inicia hoy es una inversión municipal a celebrar, precisamente el día del debate del estado de la Ciudad. Los 47.790 euros son una cifra modesta pero avalan la gestión de la concejalía de Cultura.
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La intervención durará cuatro meses y pone de nuevo el foco en el único inmueble de Valencia que tiene la categoría de Patrimonio de la Humanidad. Ahora que ha empezado la lucha para que la Albufera sea Reserva de la Biosfera, justo es recordar que el primer título fue conseguido en 1997 con este inmueble donde se reunían los comerciantes. Con el reconocimiento a las Fallas como Patrimonio Inmaterial en 2016 se completa un podio de máximo nivel para Valencia.
Pero el asunto es que la deformación profesional hace que la noticia de la Lonja provoque dos inevitables preguntas: ¿Cuáles son las necesidades de la Lonja? ¿Qué problemas tiene? La primera debe ser contestada por los responsables municipales, guiándose por el plan director para la conservación del inmueble. La segunda y más evidente es su entorno.
En concreto, el aparcamiento de carga y descarga y de vehículos de todo tipo alrededor del edificio. La situación ha sido denunciada varias veces por la asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio, a la que nunca agradeceremos lo suficiente el trabajo que hace en beneficio de Valencia. A nadie se le ocurre, pongo como ejemplo, que alrededor del Duomo de Florencia aparquen camiones cargados de cajas de cerveza, vehículos de mantenimiento o de proveedores. ¿Por qué se permite en Valencia?
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Si algo hemos aprendido estos años es que la Administración debe dar el primer ejemplo en las cuestiones de movilidad. Antaño se podían ver coches oficiales aparcados en calles peatonales junto a edificios protegidos. La sensibilidad ha ido cambiado poco a poco con la desaparición de esta práctica (todavía hay quien tiene la tentación de lo contrario), pero si hay un lugar donde hay que ser exquisitos debe ser en la Lonja.
Este mismo sábado, el que firma anduvo de compras en el Mercado Central y alrededores, en concreto por la avenida María Cristina. La zona estaba a reventar de turistas y augura un mes de septiembre excelente para el sector. La imagen provocaba dos sentimientos, el de orgullo por una ciudad cada vez más apreciada y el de alarma por no poder pasar con las bolsas de la compra por algunos pasillos del mercado.
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Lo de morir de éxito ha pasado de ser una frase hecha a una realidad para el turismo de Valencia. Las dos primeras decisiones de la alcaldesa María José Catalá han sido una moratoria para los apartamentos turísticos y el anuncio de un veto para los megacruceros, con lo que poca broma acerca del riesgo de colapso.
El reflejo de esta situación se proyecta también sobre el patrimonio cultural. La conservación de la Lonja y las buenas prácticas de las actividades alrededor deben ser prioritarias, amén de aprovechar todos los recursos del Ayuntamiento. ¿Qué pasa con los edificios municipales de la plaza Doctor Collado? Como ocurre con todas las rehabilitaciones, especialmente las públicas, todo discurre a cámara lenta. Si hay algo necesario, es definir y llevar a la práctica de verdad los usos permitidos alrededor de edificio de Pere Compte.
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