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La noticia de la entrega del premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades al escritor italiano Nuccio Ordine ha coincidido con los resultados del ... informe PISA, que son, para decirlo brevemente, francamente malos. Cito la nota informativa de 20M/EP: «Según los datos de lectura correspondientes a España del informe PISA 2018, la media española en Lectura desciende 19 puntos respecto al año 2015, al pasar de los 496 a un total de 477 obtenidos en el año 2018. La cifra es, como indica el organismo, 'significativamente' inferior a la de la media OCDE (487) y al Total Unión Europea (489)».
Se dice que, al parecer, los alumnos «no estaban motivados» a contestar adecuadamente la prueba, ya que coincidiría con la preparación de los exámenes. Pero me parece que esta excusa no va muy lejos, porque los profesores bien sabemos que la realidad es tozuda, y que resulta muy triste que incluso en la Universidad los alumnos tengan graves problemas de expresión oral y escrita. (Por cierto, la Comunitat Valenciana está en la parte baja de la tabla con respecto a las otras regiones españolas, lo que debería ser motivo de preocupación, pero va a ser que no.)
Lo de Nuccio Ordine viene a cuento porque este profesor está cansado de reivindicar el valor de «lo inútil», es decir, el conocimiento de las Humanidades, que acoge el bagaje de la Filosofía y la Literatura acumulado por nuestra cultura, algo que hoy en día se considera superfluo e incluso contraproducente para el aprendizaje de las competencias necesarias para poder progresar en el mercado laboral de la tecnología tan en boga hoy en día. Y desde luego, a priori parece ser así: los egresados de las escuelas tecnológicas parecen tener un mejor futuro laboral. ¿Pero es esto toda la historia?
El retroceso de las Humanidades no solo ocurre en España; sucede en todo el mundo. El problema fundamental, a mi juicio, consiste en creer que una 'mente tecnológica' es incompatible con una buena formación humanística. Porque a mí me parece que son perfectamente compatibles, y es deseable que un experto informático o matemático disponga de las habilidades adecuadas para comprender el mundo, su cultura, y el modo en que su trabajo impacta sobre la realidad. Nunca puede estar de más tener la capacidad de leer un ensayo o una novela de forma crítica y reflexiva, sino todo lo contrario. Tener egresados universitarios muy hábiles en sus competencias tecnológicas pero muy pobres en analizar la realidad (y es esto último lo que proporcionan las Humanidades) es un mal negocio, tanto para su formación profesional como para su desarrollo humano. Hay que empezar por abajo, para que el tecnólogo del futuro sea mejor ciudadano y persona.
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