Secciones
Servicios
Destacamos
Solo coincidí una vez con el personaje, no diré dónde, y me cabe el orgullo de que le afeé en público no ya el caché ... del Valencia, sino la propia celebración del torneo en Arabia Saudí. Más que nada por mi alergia preventiva por esos regímenes feudales, anclados en el Medievo, que torturan y descuartizan opositores en sedes diplomáticas del extranjero. Se defendió aludiendo a que seguramente yo llenaba el depósito de gasolina del coche. Pues eso. Como polemista, se demuestra ahora, Rubiales tiene una verborrea inigualable. Tiene la rocosa contundencia del arrogante que no se cansa de sí mismo, que no es capaz de desembarazarse del ego, de esa insistencia del mentiroso patológico que ha acabado por creer su mentira, su protagonismo, su menudencia.
A pesar de todo, fue leerle aquí en el diario a Jorge Zarco lo del precio que alcanzaba el cromo de Luís Rubiales (con pelo), y allá que me fui a esa caja en la que conservo cientos de cromos y cartas de los álbumes de la Liga, a ver si tenía suerte. No la hubo. Es cierto que en algún álbum lo tengo pegado, pero no era cuestión de recortar el cromo. Me imagino que el valor no sería el mismo, y no es el caso de estropear un álbum, y menos por enriquecerte gracias a Rubiales. Sin embargo, de las pesquisas surgieron imágenes que forman parte de ese pasado de comprador de cromos. Alineaciones, escudos, cartas con el himno de los equipos. Parejo con la camiseta del Getafe con la publicidad de Burger King. Juanfran Torres del Real Madrid. Javi Venta, Caicedo o Ballesteros del Levante. Farinós con el Hércules. Héctor Font o Cannobio del Valladolid. Javi Calleja de jugador. Decenas de cromos de Messi o Cristiano Ronaldo. Todo me aleja de la nostalgia, e incluso llego a pensar tanto en lo que costaron, y las excursiones a la Plaza Redonda a cambiar, como que los regalaría a amigos de otros equipos si los aprecian. Esas figuras que tanto me importaron, despojadas del contexto, fuera del álbum, sin estar pegadas, no significan ahora nada. Lo que fue en su momento entusiasmo y épica, son ahora ruinas de la memoria: camisetas que me transportan con las fotos de Vicente Rodríguez o Angulo, o incluso Topal o Miguel Brito a esos momentos en que aquello era real y presente. El fútbol vive del presente, del engaño del calendario actual, del entusiasmo que concedes a un partido entre semana contra el Granada, que acabas ganando sin juego, sin épica, sin liturgia y sin nada, mientras la seguridad privada de un estadio arrebata las pancartas de los aficionados reclamando la salida de Peter Lim.
Al mismo tiempo, ese mismo club te procura insistencias en el pasado, que nada significan ahora. Celebrar lo que fuimos retrata lo que no somos, y sería algo aproximado a esa persona que se castiga con fotografías del pasado recreando el amor perdido, momentos de felicidad. El presente es lo que importa. En el fútbol debilita el pasado, y diferir la felicidad al futuro. Hubo un tiempo, hablo de 1977, en que la editorial Pre-Textos, desde Valencia, publicaba traducciones de Jacques Derrida.
Decía Derrida algo así como la escritura, el título de un libro, anuncia que no hay fin del libro y no hay comienzo de la escritura. La escritura no puede comenzar, ni el libro acabar. Parece algo complicado, pero Derrida movía razón. Todo está ahí, no en lo que fue, ni en lo que vendrá. Viendo la final de la Copa te acuerdas las fotos de los días en que fuimos felices, pero si la Cartuja forma parte del pasado es que se ha ausentado del presente, y eso no lo cambia ni la épica ni la historia convertida en el maquillaje de una degradación.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Marc Anthony actuará en Simancas el 18 de julio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.