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Hay consenso en casa. Unanimidad. Tres de tres. Sin costosos debates. El domingo no estaremos en el partido contra el Girona. Nada tiene que ver, ... al contrario, el comportamiento de Baraja, la actitud de la plantilla, las expectativas europeas, o la posición en la clasificación. La tomadura de pelo ya ha sido suficiente, y aunque al máximo accionista, y sus empleados locales, cualquier tipo de protesta les sea indiferente, esa nueva ausencia debería ser una nueva señal. Incluso la previa a una más radical, que consistiría en no renovar los pases para la próxima temporada. Yo me lo estoy planteando muy seriamente. En la perspectiva limitadísima de Javier Solís o de Corona, ser este o aquel número de socio no significa nada. Ellos están aquí para estar al tanto de la compraventa de jugadores, y mi fidelidad, entusiasmo o resignación, no pueden seguir siendo el sustento que justifica y avala la presencia de Meriton manoseando el sentimiento de Mestalla. Si tiene que pasar lo que tenga que suceder, que suceda ya sin mi contribución monetaria. Como no son sensibles a la protesta, ni a la crítica, ni a la libre expresión de las ideas, habrá que pagar con la indiferencia, con la lejanía. No son el Valencia. Parece sencillo. Como si fuera un diálogo de Epi y Blas, no se trata de explicar la diferencia entre estar dentro o fuera, ni de repartir la legitimidad sobre una decisión u otra. En un cierto sentido, desde que se inició el desdichado proceso de venta, nunca ha habido una disculpa sincera, ni un reconocimiento que expresara un sentimiento verdadero, un puede que nos equivocáramos, un quizá debimos hacer aquello o lo otro, una discreta asunción de la culpa. Nunca lo han hecho. Mentiras, soberbia, vanidad injustificada y discrecionalidad. Por eso mismo, quizá fuera el momento de castigarlos en lo que más duele, en el único idioma que entienden, el del dinero. No hay que sacar esta o aquella pancarta, ni un lema, cualquiera que sea su contenido, porque los desprecian todos. Parece que hasta las protestas sirven para alimentar su indiferencia. Meriton es como esas bacterias que se han apoderado de un organismo, y han alcanzado tal nivel de colonización, que se han hecho resistente a cualquier antibiótico. El de memoria, el de la voluntad, el del sentimiento, el de las lágrimas, las apelaciones a las figuras reverenciadas. A los monstruos, a los vampiros, no se les destruye con cromos de Kempes. El microbio continúa multiplicándose, y puede que lo que haya que hacer es dejar de alimentarlo con más dinero. Quien dice dinero, dice fichas urbanísticas. En la diferencia entre estar dentro o fuera se juega no solo el futuro del Valencia, sino incluso su supervivencia. Hay infecciones -y resistencias- al antibiótico que acaban en la muerte, el fallo multiorgánico. Estar dentro se ha convertido en un simulacro de presencia, un estar por estar, una intolerable falsedad, y puede que una despedida enérgica sea el mejor preludio a una bienvenida honorable. Estar fuera es la mejor manera de reconciliarnos, y conseguir que estar dentro recupere un cierto sentido de la dignidad. Sin proclamas, sin manifiestos, sin exámenes de alineaciones o de historia banal, esa que olvida un sentimiento básico de pertenencia. De alguna manera, seamos o no conscientes, estamos todos ya fuera. Poco queda de nuestra manera de acudir a Mestalla, y seguir a ese equipo, y no hay manera más exacta que hacerlo visible. Por supuesto que cualquier aficionado puede hacer lo que mejor le parezca, o incluso aplaudir cuando lleguen los dirigentes al palco. Pero si se plantea un dilema moral, no hay mejor regla de orientación que la brújula de la dignidad, la de ir por casa, tampoco es necesario un congreso de expertos. Atendiendo a ese juicio básico, es muy fácil identificar dónde se encuentra, y saber de inmediato si está dentro o fuera.
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