Hace años que perdí la cuenta del tiempo que llevo escribiendo en LAS PROVINCIAS. Yo diría que casi dos décadas, si no ya los veinte ... años. Imagínense las historias que por aquí habrán pasado, fundamentalmente del Valencia al que sigo profesionalmente toda mi vida. Hoy comienza una nueva temporada de letras y, además de feliz por volver a casa, de lo que no me olvido es del momento presente en relación al pasado. Nunca -repito- nunca empecé un curso con la desazón y preocupación actual. Algo que va directamente ligado a que el Valencia estuvo a punto de bajar a Segunda hace dos meses; nunca estuvo tan cerca desde el año previo al único descenso en la historia del Valencia hace casi 40 años.
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Pero, contrariamente a lo que se pudiera pensar, este Valencia de dueño singapurense y sin corazón no ha cambiado nada pese a que su club ha rozado el abismo cuatro décadas después. Lo normal hubiera sido pensar que, aunque sea por una mera cuestión económico-empresarial, Lim hubiera decidido cambiar el rumbo del club ante la debacle como hizo en su día llamando a Mateo Alemany. Aquel Valencia jugueteó con el descenso -nada que ver con lo de ahora- y Lim pidió ayuda para reflotar un proyecto que él era incapaz de manejar. Para entonces ya conocíamos su incompetencia.
Lo de ahora es, obviamente, mucho más grave. Porque, con la experiencia de cómo se hacen bien las cosas -con Mateo y Marcelino- y la experiencia de cómo se hacen rematadamente mal -a partir de sus despidos-, ha decidido acelerar hacia el abismo. Lo normal sería pensar que habiendo tocado fondo la temporada pasada se vendría ahora otra reconversión real. Porque hasta Lim sabe que, si su equipo baja a Segunda, le explota el negocio en la cara y pierde todo lo invertido. Pero no. Iluso de mí. Cualquier atisbo de lógica se pierde en la soberbia e incompetencia del personaje. Peter es capaz de sorprendernos hasta cuando creíamos que era imposible hacerlo peor. Este verano se ha superado. Es el mercado de mayor zozobra previa y es en el que muestra un bloqueo más absoluto. Se han ido siete jugadores -y todos los goleadores- y ha llegado uno. Siete menos uno... seis. Menos seis, para ser concretos. Es decir, el Valencia que casi baja ha prescindido de la mayoría de sus activos para solo traer a Pepelu. Una clara invitación al descenso. Si este Valencia es peor que el anterior y el anterior casi baja... ¿qué le pasa por la cabeza a Lim? ¿Quiere bajar? ¿Quiere fastidiar? ¿Qué busca con su bloqueo?
Pero, claro, qué se le puede pedir a un señor cuya primera decisión sobre el rumbo deportivo ha sido ascender a Corona a director deportivo... para luego no dejarle fichar. En lugar de destituir fulminantemente al tipo que dijo en enero que no hacía falta fichar a nadie... le asciende. ¿Qué podría salir mal? Una excusa perfecta para hablar al principio de verano de no sé qué 'management local' que ha demostrado ser -como todos esperábamos- el último 'milongement local'. Más mentiras y milongas. Pobrets aquellos que se creyeron algo. Hay motivos más que suficientes para creer que esta temporada puede ser la del apocalipsis definitivo.
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Y así llegamos a la primera jornada en la que, como el fútbol es maravilloso, el Valencia ganó bien al Sevilla. Una victoria inesperada que no tapa la realidad; a esta plantilla le faltan tropecientos fichajes . Lo dice Baraja, no lo digo yo. Por todo esto nunca empecé tan pesimista el año futbolístico. Baraja muy bien, los chavales muy bien, la afición renovando espectacular pero... ¿y el dueño bloqueando su propia empresa más que nunca? La mayor transacción del fútbol mundial. ¿Se acuerdan?
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