Algo anda agitado desde hace tiempo, en el difícil y complejo espacio de los servicios de emergencias sanitarias (SES). Una gran mayoría de los profesionales ... que desarrollan su actividad en estas unidades, se encuentran en la mohína por la situación de incertidumbre que han atravesado en los últimos años. Se lamentan de sus condiciones de trabajo, se sienten frustrados en sus expectativas profesionales y especialmente están preocupados por la calidad asistencial que están ofreciendo a los ciudadanos. Pero algo está cambiando con los anuncios y el interés que está mostrando el nuevo gobierno en esta materia.
Los servicios de atención médica urgente (SAMU) están muy asentados y reconocidos, no solo en ámbito de la sanidad sino también a nivel de toda la sociedad. Se han ganado el prestigio profesional a pulso, trabajando en un medio adverso y en unas situaciones dificultosas y comprometidas, instalados en el hábitat natural de la urgencia y la emergencia extrahospitalaria, en donde el tiempo es el parámetro fundamental para conseguir el éxito en su actividad. Cada minuto que pasa, tiene un impacto significativo en sus resultados.
Los médicos y enfermeras que ejercen su trabajo en atención primaria, conocen de primera mano la importancia de su trabajo, porque para ellos son una gran ayuda que permite tratar «in situ» a los pacientes graves y trasladarlos en las mejores condiciones al hospital. Pero su labor traspasa este ámbito profesional, porque su trabajo, en muchas ocasiones, se realiza a pie de calle atendiendo patología grave, accidentes y situaciones de catástrofe. En estos escenarios dantescos, los ciudadanos tienen la oportunidad de contemplar y valorar el magnífico trabajo que realizan estos equipos de profesionales. Sabemos que el personal sanitario de estos servicios colabora de manera directa salvando vidas, pero lo que ignoran algunos ciudadanos es que de manera indirecta también lo hacen, ya que muchos de los trasplantes de órganos que se realizan, no sería posible hacerlos sin su participación.
La entropía sanitaria está provocando disfunciones que han sido asumidas con normalidad
En este contexto, sabiendo que disponemos de un servicio asistencial que requiere exigencia, que presenta peculiaridades en la gestión de recursos y sus profesionales están acostumbrados a subsanar las deficiencias del sistema con grandes dosis de compromiso y lealtad institucional, resulta incomprensible que su opinión no haya sido escuchada y que las decisiones organizativas, que requieren un planteamiento técnico, hayan sido suplantadas por juicios estrictamente ideológicos. Afortunadamente el cambio ha traído nuevos vientos, y el deseo de la mayoría de profesionales pronto se hará realidad y los centros de información y coordinación de urgencias (CICU) volverán a estructurarse con una mayor cercanía para que los ciudadanos reciban una atención sanitaria con mayor umbral de calidad.
En los últimos años, nos hemos acostumbrado a asumir como normales, cosas que no lo son. El desorden, que en términos físicos se llama entropía, es una de ellas. Pues bien, esta entropía sanitaria esta provocando en el sistema de salud disfunciones que han sido asumidas con normalidad por la administración. La falta de respuesta e inacción política constituyen una forma inaceptable de ineficiencia que afecta directamente al deterioro progresivo de los servicios. No podemos habituarnos a que haya servicios asistenciales que dejen de cumplir la función que definen la naturaleza de su creación.
Es lo que está ocurriendo desde hace algún tiempo en los SAMU. Estos servicios dejan de ser lo que son, cuando falta cualquier persona del equipo, pero especialmente cuando se prescinde del médico para aquellas atenciones que, por su complejidad, precisan de un alto nivel de competencia. Cuando esto ocurre el servicio se desnaturaliza y se convierte en otro tipo de recurso que nada tiene que ver con el original.
Si tenemos en cuenta que las inversiones realizadas en los servicios de emergencia sanitaria en las últimas décadas han sido significativas, que el reconocimiento social y profesional alcanzado ha sido extraordinario y que las cifras de actividad avalan ampliamente su razón de ser, es responsabilidad de todos trabajar y esforzarse para devolver esos niveles de calidad asistencial que siempre caracterizaron a este servicio.
No olvidemos que entre la mediocridad y la excelencia o viceversa, solo dista una buena o mala decisión política. Sin embargo, al parecer, una ventana de esperanza se este abriendo ante nosotros, con la llegada de un nuevo equipo a la Conselleria de sanidad.
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