Directo El precio de la luz se encarece con la nueva tarifa este lunes: las horas prohibitivas para enchufar electrodomésticos

Alguien con acceso a nuestros móviles -con excepción de Tezanos- podría predecir con precisión quién ganará el 23 J y el número de escaños. La ... tecnología nos retrata: llevamos un espía en el bolsillo. Nadie sabe tanto sobre nosotros como nuestro teléfono móvil, donde guardamos todos los secretos. Un barrido de nuestras conversaciones por Whatsapp descubriría todo lo que nos gusta, lo que nos disgusta, nuestros afectos, qué aplicaciones utilizamos, a quién decimos la verdad y con qué frecuencia. Y con mucho detalle.

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Lo mismo ocurre con el reloj inteligente, esa pequeña pantalla de muñeca que atesora ingentes datos de nuestra actividad diaria, cuantificada al instante. Oxígeno en sangre, pasos, temperatura, caídas, horas de sueño profundo. Nuestra salud y hábitos en cifras. Sumergible, para que no se pierda el número de patadas y brazadas que con más o menos gracia y mucho esfuerzo ejecutamos en la piscina.

La cuantificación es adictiva, porque genera una expectativa a partir de un dato de referencia claro y comparable. Ocurre con los videojuegos, pero también con otras actividades de la vida cotidiana. El número de puntos ganados. El número de calorías. El número de likes. El número de pasos al día. ¿Puedo superarme?

Si sufre cuando se desprende de su reloj inteligente, debe cambiar su relación con la tecnología

Pero más no es siempre mejor. En el caso de los smartwatches o aplicaciones que miden y registran nuestra actividad diaria, competimos constantemente contra nosotros mismos en busca del bienestar o incluso en comparación con otros. Así, el número de veces que realizamos ejercicio a la semana puede convertirse en una obsesión. Al final, lo que inicialmente está pensado para mejorar nuestra salud, provoca otro tipo de efectos poco saludables, además de profunda insatisfacción. Ocurre cuando no conseguimos alcanzar unas metas aleatorias, una obligación impuesta por nosotros mismos o por la propia tecnología, que dicta nuestra actividad e influye en nuestro estado de ánimo.

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Si sufre cuando se desprende de su reloj inteligente, porque en ese instante deja de medir y descienden sus estadísticas, debe reconsiderar su relación con la tecnología. ¿Es acaso tan grave que se pierdan sus registros del lunes? En perspectiva es una minucia, pero se convierte en una tragedia si vive obsesionado con la mejora de sus datos. ¿Entonces, para qué he salido a correr hoy?

El ciclo de mejora continua puede convertirse en un fin en sí mismo, que genera adicción o rutinas poco saludables. El teléfono móvil o el smartwatch pueden ser de gran ayuda pero, como en todo lo que afecta a la salud, hay que vigilar la dependencia y consultar con el médico dónde están los límites.

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