Antoñita y el voto joven

Reencarnada en Antoñita, heroína de ficción de las niñas de la clase media en los años cuarenta y cincuenta, Yolanda Díaz ofrece una ayuda de 20.000 euros a los jóvenes de entre 18 y 23 años. Un 0,8 de lo que producimos en un año. Qué tiempos aquellos, cuando solo se hablaba en campaña electoral de las cifras del paro. Que si yo lo bajo, que si tú lo subes. Ahora se lleva en contante y sonante. Para emprender. Cosas de la nueva política y del cambio socio-demográfico y aspiracional: según un estudio de Remitly, las profesiones de moda entre la Generación Z son piloto, nutricionista, bailarín, actor e influencer. Una medida vistosa pero, para los expertos, arriesgada y no la más eficaz para romper las dinámicas de la desigualdad.

Lo más polémico de la medida, bautizada como «herencia universal», es que va destinada a todos los jóvenes, independientemente de su nivel de renta -incluidas las grandes fortunas-. La propuesta original del economista Thomas Picketty consiste en una «herencia» de 120.00 euros que se recibe a los 25 años; financiados, como propone Díaz, con un impuesto a las rentas más altas. Incluso con la rebaja, la cifra global de la ayuda impacta, porque supone un gasto de 10.000 millones de euros al año. Por comparar, el Plan de Choque de la vicepresidenta en materia de empleo de 2021 incluía una partida de 765 millones para el empleo joven.

A Pedro Sánchez le pilló el anuncio con el pie cambiado y la oferta de un aval del 20% para compra de inmueble sobre la mesa. Su otra medida, la cuenta ahorro-vivienda, es más jugosa -30.000 euros libres de tributación-. La precampaña le ha llevado hasta El Hormiguero y el pódcast juvenil La Pija y La Quinqui: «Deseando ir. Decidme cuándo y dónde. Allí estaré». Respuesta: «Te va a encantar oír como mi ex me puso los cuernos». Más que el pódcast de Ana Rosa y Alsina seguro. Además, transporte, estudios universitarios y FP superior gratuitos. En cambio, la hipoteca de los jóvenes valencianos, el precio del alquiler, sigue sin resultados visibles.

Incitar a los jóvenes a votar no puede ser un fin en sí mismo. Que participen de la vida política, que se interesen por los asuntos públicos. Ese es el verdadero reto para la democracia.