La Rusia de Putin ha desarrollado con éxito un modelo de desinformación basado en lo que se conoce como las 4 (o las 5) D: ... Dismiss, Distort, Distract, Dismay y Divide. Frente a las antiguas estrategias soviéticas de desinformación, las nuevas prácticas, más sofisticadas, han reforzado el alcance de sus narrativas. El objetivo prioritario, en los últimos meses, es asegurar la caída de Kiev, minando sus apoyos. Los mensajes se difunden a través de cualquier canal de comunicación que apunte a la población objetivo, pero los trolls actúan especialmente, por la falta de mediación y filtro, en las redes sociales. Las nuevas tácticas de la narrativa prorrusa, practicadas a escala, consisten en desautorizar las críticas, distorsionar los mensajes, distraer la atención, amenazar a los críticos y dividir al «enemigo».
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Por eso, a diario se difunden cientos de mensajes que generan ruido informativo, que no buscan desenterrar la verdad, sino esconderla, ahogarla. Con medias verdades, con asociaciones forzadas entre los hechos y sus protagonistas, directamente con mentiras, incluido el silencio; bueno o malo, aquello de lo que no se habla -nos recuerda Kapuscinski- no existe. Pero los trolls prorrusos no son los únicos que dejan en el ciberespacio residuos tan peligrosos como el plástico en los océanos o la creciente basura espacial. La desinformación es uno de las grandes amenazas de nuestro siglo.
En España, la presión independentista, que cristalizó en el 1 de octubre y ahora en la negociación de la amnistía, alimenta las campañas de descrédito de la monarquía, símbolo de la unidad de España. Los trolls se desviven con dos objetivos claros: el Rey Felipe VI y la princesa Leonor, que brilla como dama cadete. No importa lo que digan o hagan. Todo es objeto de desprestigio y ridiculización. Si Leonor jura la bandera, se critica que no jure antes la Constitución, cuestionando la modernidad y lealtad del ejército español. Distorsionar. Si Felipe brinda con elegancia y espiritosos en la exitosa cumbre europea de Granada, sale a colación la vida alegre del rey emérito. Distraer. Dividir. Decenas de mensajes, cientos. Todos los días. Tal es el caos, que tras la visita de Zelenski a Granada, se colaban alusiones a los «nazis» ucranianos entre la cadena de mensajes antimonárquicos proindependentistas. El no va más. Las políticas europeas apuestan fuerte frente a la desinformación, pero Twitter (X) está fuera de control. En el futuro contaremos, sin duda, con la inteligencia artificial. Por ahora, nos queda la D, la sexta, que es el ariete de la lucha contra el troll: desenmascarar.
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