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La decisión de Ana Obregón de traer al mundo a una niña mediante gestación subrogada ha dejado al país sumido en una tormenta digital de ... proporción colosal. Lo mismo ocurría, unas semanas antes, con ChatGPT, la tecnología de Microsoft que se inventa artículos periodísticos; como si la inteligencia artificial hubiera nacido ayer. Vivimos rodeados de aplicaciones robóticas sin cuestionarlas. Al poco se dictaba sentencia, en redes, sobre el último outfit del papa Francisco, un abrigo blanco de plumas más que sospechoso en la era de la desinformación, pero igualmente viralizado: se trataba de una imagen falsa creada por la inteligencia artificial. La polémica social y mediática revela, en estos y otros casos, una enorme fragilidad y desconcierto, más allá de la ideología, la hipocresía o las espirales de opinión: estamos hipotecados, desde hace décadas, por el enorme y rápido desarrollo de la tecnología.
Opinamos con vehemencia buscando en vano una respuesta a los dilemas que nos plantea, cada día, el avance científico. Pero ni la opinión es la solución, ni podemos estar como sociedad a la altura del progreso si seguimos poniendo el foco en las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, conocidas como STEM, y relegamos las Humanidades y las Ciencias Sociales. El mejor estudiante en la Comunidad de Madrid el año pasado, Gabriel, escogió, pudiendo optar, por su calificación, a cualquier Grado, Filología clásica. Naturalmente, le llovieron las críticas: «¿Por qué no estudias algo con más salidas?» Prefiero la felicidad al éxito, respondía Gabriel. Como si fuera incompatible.
«¿Qué te pasa?» Mira alrededor y susurra: «Mi hija quiere estudiar Filosofía. Me pregunto a quién habrá salido». A las puertas de la EVAU aumenta la tensión. La bestia negra. Los padres recurren a todo tipo de tretas para apartar a sus retoños de los Grados en zonas de descenso: a la paella se suman, de repente, los primos ingenieros o abogados -los de Murcia, Teresa, que tienen ADE-. Los sábados, en streaming, La Bohème. Es un problema social. Según el Eurobarómetro tenemos una visión muy positiva de la ciencia y la tecnología, superado el rechazo asociado al uso de la bomba atómica en Hiroshima en 1945. Pero eso no significa que podamos absorber los hallazgos a la velocidad a la que se producen. El análisis de aguas residuales anuncia que crece el consumo de cocaína en Valencia y de ansiolíticos y antidepresivos en Xàtiva. Pero, para prevenir, necesitamos saber por qué. Una sociedad tecnológica no puede avanzar sin la contribución de las Humanidades y las Ciencias sociales.
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