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A días del 8-M, trataba Sánchez, desde Finlandia -a refugio de los rayos y truenos caídos por el glamuroso 'caso Mediador'-, de salvar los ... trastos para reformar la ley del «sólo sí es sí», con el apoyo de la oposición y con la oposición de Irene. Tenía pesadillas hace años y con razón. Con el rictus desencajado se le veía el viernes, en el encuentro oficial con Sanna Marin, en la fotografía firmada por la agencia Associated Press. Su objetivo: reconducir desde el norte de Europa la cobertura informativa, a costa de Del Pino y Ferrovial, y paliar el efecto visual de las juergas de Tito Berni, que se dan un aire a las de Roldán en los noventa, en un hotel de Mallorca. Queda mucho por hacer.
El punto de no retorno de la ley del «sólo sí es sí» lo hemos atravesado hace meses. Quizá al llegar a las cien rebajas de condena, aunque debería haber sido, siendo honestos, tras el primer caso, a mediados de noviembre; porque detrás del rostro del violador hay otro: el de la víctima. Y todas cuentan. El principio del fin, sin embargo, estaba en el inicio: desde que se comenzó a gestar el texto que había de proteger a la mujer y surgieron los desacuerdos de corte jurídico que advertían a la ministra de su grave error. Y es que, las más de las veces, lo que mal empieza peor acaba. Balance en vísperas del Día de la Mujer: inoperancia, desprecio a la víctimas y tozudez y, en el caso del PSOE, aquiescencia y omisión del deber de socorro, una vez constatado el alcance de la chapuza.
Pese a todo, el foco, en la semana de la mujer, no puede estar en las cifras de las rebajas de condena a los agresores sexuales, que suman más de 80 en la Comunitat. Lo que desvela la fallida ley Montero es solo un indicio de cuánto sufrimos todavía las mujeres en materia de violencia sexual avanzado el siglo XXI; la punta del iceberg. Es absurdo pensar que esa violencia que expresa dominio o cosificación no se manifiesta, de otros modos, en otras esferas de la coexistencia. Aunque avanzamos, el mapa de la desigualdad recoge el envenenamiento de cientos de niñas que se atreven a ir a la escuela en Irán, los escandalosos datos de matrimonios de niñas de 10 años en Colombia, o las más de 2.300 mujeres asesinadas, en las últimas tres décadas, en Juárez. Reconozcamos esta semana no solo a las mujeres pioneras célebres y a las silenciadas a lo largo de la historia. También a las que forman parte de nuestra historia personal, de nuestro entramado familiar y profesional y a todos los que luchan por la igualdad. Hablemos de lo que queda por hacer: las víctimas de la desigualdad, los logros y las soluciones.
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