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Ocultacion, humillación, interés y juegos de poder: la relación de Pedro Sánchez con Carles Puigdemont tiene poco de amorosa y mucho de tóxica. Empezando por ... la negativa de Sánchez a posar con Puigdemont. 'Pocketing'. Para el líder de Junts en la sombra, el encuentro público con el presidente Sánchez, de tú a tú, que tanto se demora, abre una nueva etapa. Posar a la luz del día. Pasar por encima de su historial delictivo y rubricar el acuerdo con un abrazo histórico para el independentismo; con el abrazo, el reconocimiento sin marcha atrás de lawfare en la justicia española. No es un amor de verano: llevan meses negociando, Puigdemont ha dado su apoyo a la investidura de Sánchez, le ha hecho presidente. Y va para largo. Pero, como ocurre en algunas parejas, Sánchez no se atreve a dar el paso y presentarse en público del brazo de Puigdemont. Es un 'pocketing' de libro, una relación oculta que se desarrolla fuera del radar de los conocidos, los amigos y la familia, por inseguridad o por vergüenza. Un viaje corto, el de Puigdemont: del maletero al bolsillo.
Se hizo evidente la semana pasada en el Parlamento Europeo. Allí coincidieron, frente a frente, Sánchez y Puigdemont. No como aliados sino como extraños, sin gestos abiertos de reconocimiento. Mucho menos un encuentro formal -por problemas de agenda, la excusa de Sánchez para evitar el cara a cara en el Parlamento-. El PSOE ya marcó distancias frente a Yolanda Díaz, que se fotografió a principios de octubre en animada conversación con Puigdemont: «Nada que ver con nosotros». El porqué lo sabemos.
La relación en sí tampoco es un modelo de autenticidad. Interesa únicamente por los beneficios derivados de alcanzar los objetivos respectivos y llegar al trono. 'Throning'. No hay afinidad, no hay libertad: Sánchez es preso del prófugo. Altamente tóxica, lo es en doble dirección. Porque Puigdemont, que ha entrado al trapo con las cartas sobre la mesa, se muestra muy desconfiado y poco amoroso en plena luna de miel. Las amenazas, con la consiguiente humillación pública de Sánchez, son una constante. Lo hizo en Estrasburgo: «Presidente Sánchez, las oportunidades hay que aprovecharlas cuando ocurren. Si se dejan pasar (...) las consecuencias nunca son agradables». Y, antes, en la investidura: «Si estamos aquí hoy es para hacer que las cosas cambien de verdad y si no hay avances, no apoyaremos ninguna iniciativa que su Gobierno presente». La figura del mediador incide en el menosprecio. 'Negging'. La relación -destructiva-, que se fragua en prime time, es un drama poco edificante e inédito en la política española reciente.
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