No acaba de terminar este tiempo de verano y se hace evidente la necesidad de comenzar a preparar el próximo, por el aumento de las ... temperaturas y las olas de calor. Las 23 noches por encima de los veinticinco grados han puesto a prueba a la ciudad y a sus habitantes en los meses de julio y agosto. Los Rodríguez y las Rodríguez modernos desesperan. Imposible caminar o hacer deporte. Descartado socializar: si sales te abrasas. Va para largo, porque la NASA anuncia que España superará la barrera de los cincuenta grados en los próximos años.
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Los cambios socio-democráticos y la crisis económica han traído mayor flexibilidad en las fechas vacacionales y han propiciado las vacaciones urbanas. Sociedades líquidas, vacaciones desestructuradas. La ciudad desierta, la que cerraba en los noventa por vacaciones, ya no existe; Valencia mantiene el pulso ahora, también, en agosto. Las grandes ciudades pierden vecinos en el verano, pero queda un remanente y la población urbana se incrementa con el turismo. Aunque parece vacía durante el día, alguien retira el correo de los buzones, las bolsas de residuos se acumulan en los contenedores y los paquetes se entregan todos los días. Están ahí. Escondidos, pálidos y ojerosos -imposible dormir por el calor-, se hacen invisibles, como Drácula, hasta la puesta de sol. El hogar se ha convertido en un refugio, a medio camino entre el bunker para sobrevivir al fin del mundo y la cueva confortable de Bilbo Bolsón. En cuanto sopla Levante, como en la Concha cuando sale el sol, la ciudad despierta y toma la calle.
El 37% de los valencianos que solo puede viajar una semana por vacaciones y los que no pueden salir merecen una ciudad amable en verano. Todos los que pasan sus vacaciones en casa, especialmente los mayores, las personas enfermas y por supuesto, los turistas, gran motor económico. Por salud física y mental. Y para que vuelvan. Una medida sencilla: ampliar, en lugar de reducir, los horarios de las piscinas, los gimnasios y las bibliotecas en julio y agosto, para crear espacios de bienestar en el corazón de la ciudad y de los barrios. Reforzar el transporte público con líneas que conecten puntos clave del bienestar estival: los parques, las piscinas, los centros culturales, la playa, los museos. Activar más zonas de sombra temporales y refugios públicos. Crear zonas de agua. Más cultura en los barrios, en espacios desaprovechados o polivalentes: conciertos, conferencias, clubes de lectura, tertulias, cursos de verano. Favorecer la implantación de microclima en las terrazas. Mejorar los síntomas, sin dejar de trabajar las causas.
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