Un mensaje de diecisiete palabras de Layhonn Chan ha soliviantado, al inicio de la temporada, a la afición del Valencia CF. «Nuestro objetivo es quedarnos ... en Primera División y que no volvamos a sufrir como la temporada pasada». Que terminó con el aliento de Segunda en el cogote. Si la cosa es no sufrir, empezamos mal, porque estas diecisiete palabras tienen el sabor de una almendra amarga y duelen más que un cólico nefrítico.
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Para quienes se ponen de lado cuando comienza el bloque deportivo, tomen nota. Layhoon Chan, presidenta del Valencia CF, lo es por segunda vez en los últimos 10 años. Llegó de la mano de Peter Lim, que se convirtió, por algo más de 90 millones, en el dueño del club en 2014. Anil Murthy sucedió a Layhoon en 2017. A la gresca con la afición, se fue tras un escándalo en audio, cinco años después, dejando la puerta abierta al regreso de la enigmática ejecutiva, una de las mujeres más poderosas del deporte valenciano.
Layhoon ha llegado tal como se fue: atada de pies y manos; no por la economía del club pese a ser, objetivamente, un handicap, sino por el desapego del jefe, Lim, cada vez más distanciado de los socios, de la afición y de la ciudad que da nombre al equipo. Lim está y no está. No quiere invertir en la niña que le ha sacado los ojos. No vende: ni come ni deja comer. Puede presumir de cantera, pero no de resultados. Tampoco de estadio. Con el plan de recuperación paralizado -la famosa ATE, un reto para María José Catalá- el ya viejo Nuevo Mestalla se pudre de aburrimiento desde hace más de 10 años. Podría presumir de afición si quisiera, pero paso a paso ha roto los puentes.
Curtida en los negocios, de sonrisa contenida y meditada, Layhoon volvió para hacerse cargo de la patata hirviendo en la que se ha convertido este equipo que fue de grandes hazañas y acumula pérdidas cercanas a los 200 millones de euros. La entrevista, institucional, es en inglés, una barrera más frente a los aficionados: imposible explicar a los periodistas que la receta para la nueva temporada son unas patatas a lo pobre. El problema no es la comunicación. Tampoco la carencia de liderazgo. El mensaje, cargado de negatividad, es una renuncia explícita. Brilla la falta de voluntad y de proyecto para un equipo condenado a la irrelevancia. La situación trasciende ya al círculo de la afición porque el Valencia CF es parte de la historia y la intrahistoria de la ciudad. Cosido a una acequia. Bañado por la riada del 57. En la retina, la ilusión del niño vestido de Kempes. El mensaje de Layhoon es más que un síntoma un pronóstico. Lim no quiere enmendar sus fallos.
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