Valencia ha saltado a los titulares de los informativos por la caída de una banda de delincuentes: retenían a personas vulnerables en condiciones precarias y, ... con su documentación, solicitaban préstamos para vivir a todo plan a su costa. La noticia estremece. Ocurre lo mismo cuando te enteras de que, en tu ciudad, alguien se lucra explotando a seres humanos. Sí, hay tráfico de personas en más de 100 países, uno de los negocios más lucrativos en Europa, según Naciones Unidas, con más de 140.000 mujeres atrapadas. Pero, ¿queremos saberlo?
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En los últimos años, cada vez más personas evitan exponerse a las noticias por la negatividad: «Me afecta al estado de ánimo». No crean que es un fenómeno aislado, se cifra en torno al 30-40% de la población. Sin embargo, no toda la audiencia quiere cerrar los ojos a la crudeza de la vida. Hace unos años, en un estudio sobre The New York Times, descubrimos que una de las noticias mejor valoradas era un relato espeluznante sobre niños secuestrados por Boko Haram, «entrenados para matar»: casi la mitad de los comentarios eran alabanzas de los lectores por haberles abierto los ojos a esa realidad, por la forma tan humana y empática de contarlo y su deseo de hacer algo por estos niños: «Gracias por todo el trabajo, tan duro y difícil, por el tiempo que les habéis dedicado y por enseñar al mundo la verdad».
Algo parecido me dijo mi tía Marisa esta semana. Le contaba que he editado el relato de una niña soldado y le advertía de la crudeza. Sí, quería leerlo «será muy triste, pero el mundo tiene que saber lo que ocurre». Ella, la niña soldado, ahora adulta, participará en el Congreso Internacional: «Niñas soldado. Colectivo vulnerable antes, durante y después de su asociación a grupos armados» que organiza la profesora Ruth Abril a principios de noviembre en la UCH-CEU. Como su relato, es una mujer extraordinaria, fuerte y valiente.
Los medios no son una ventana ni un espejo de la realidad, explico, año tras año, a mis estudiantes. El sistema de medios, con sus aciertos y desaciertos, es un pilar de la democracia, un respiro frente a la desinformación y el fango y una referencia esencial para saber lo que ocurre a nuestro alrededor. No, no llueven perros y gatos. ¿Es bueno hablar del lado bueno de la vida? Sí ¿De soluciones, frente a la desesperanza y la impotencia? Sí. ¿Dulcificar esa realidad? No. ¿Evitarla? Desde luego, no. Hay que encontrar un equilibrio para adaptarse a la sociedad actual y, a la vez, continuar desvelando -monitorizar, denunciar, mostrar, investigar- el lado más abyecto de la vida. Eso es lo que nos hace mejores.
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