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He vuelto a nacer. Yo atiendo a tus padres, vivo a cinco minutos. He perdido a mi mujer y mi negocio. Que vengan a mi ... casa, estarán acompañados. Agárrate a donde puedas, ¡no te sueltes! Por suerte, solo la moto. ¿Dónde está el ejército? Haz RT a mi tuit, por favor, no les encontramos. Muchas lágrimas. El riesgo forma parte del día a día en las sociedades actuales, advirtió Ulrich Beck hace años: a nivel global y local. La riada del 57, la presa de Tous, el aceite de colza. La DANA del siglo. Nunca pasa nada hasta que pasa: cada vez somos más vulnerables.
Saber gestionar y comunicar el riesgo ha sido crucial para la supervivencia, pero más todavía, paradójicamente, en el siglo XXI. Vivimos en una falsa sensación de seguridad por la sofisticación creciente del entorno: carreteras, viviendas, infraestructuras cada vez más seguras. No todos por igual y nunca suficientemente: aprendimos la lección durante la pandemia. No se puede vivir con miedo, pero sí en alerta y preparados: identificar los riesgos, planificar, minimizar errores en la prevención, comunicación y reparación del horror. Soy profesora de Comunicación del riesgo desde hace diez años: no es fácil gestionar la incertidumbre, pero nunca se debe minimizar una alerta de riesgo. En la comunicación del Covid falló el gobierno de Pedro Sánchez. Ahora, el de Carlos Mazón. Antes, el de Ximo Puig: porque las estrategias de prevención de una catástrofe como esta no se impulsan ayer.
«Solidaridad, rabia, impotencia», no se puede titular mejor -dice Charly, compungido-. Que era una emergencia nacional salta a la vista. Más allá del impacto, el caos del transporte desde el día 29 entre Valencia, Madrid y Barcelona evidenció que la tragedia sobrepasaba, en mucho, desde el inicio, los bordes de la Comunitat. Comité de crisis a nivel nacional y ejército activado desde el minuto cero: por número, por su capacidad de organización, la calidad de los recursos materiales y humanos, por su preparación, experiencia y vocación de servicio; para ayudar en el reparto de raciones de comida y agua en pueblos inaccesibles, buscar desaparecidos. Una presencia que además de reparar, acompaña y reconforta. Empeñados -característico de las crisis- en buscar un culpable y escurrir el bulto, cuando la falla rara vez se encuentra en una única decisión; se llega a este punto por un cúmulo de factores, una cadena rota por varios puntos, a todos los niveles. Tractores, palas, cubos, hermanamiento, humanidad, sentido común. Héroes, soldados sin uniforme. Los ciudadanos valencianos han dado una lección sobre cómo liderar y actuar unidos.
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