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¿Y dónde está Marta? Siempre la misma pregunta y, desgraciadamente, se confirma, en muchas ocasiones, la sospecha: la que ha movido a la Policía - ... agentes del Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas- a derribar paredes y levantar el suelo de una planta baja en Valencia, en busca de Natalia, desaparecida desde el 25 de abril.
Durante un tiempo, poco antes de la pandemia, el nombre era otro: Heydi. Su cuerpo fue hallado en Usera, en 2018, en una maleta, en una de las naves del conocido como 'Rey del Cachopo'. César, el asesino de Heydi, fue noticia, hace unos días, por admitir desde la cárcel, donde cumple 15 años, el crimen. Por si había dudas. Durante el juicio, el asesino impactó por su soltura y por su frialdad al referirse a su novia, pero en los restos encontrados en la maleta se hallaron pruebas que le inculparon. ¿Caso cerrado? La familia de Heydi ha tenido que esperar años, debido al recorrido judicial, reabierto por las apelaciones de César, para poder darle sepultura en Honduras. Llega tarde la confesión.
Es un calvario para las familias: la desaparición, las sospechas, la búsqueda. En el peor de los casos, la mala noticia. Y después el juicio, la espera. Años, décadas. Y siguen esperando. A que aparezca, la confesión, un dato. Miguel Carcaño aseguró en 2013 que Marta reposaba en una finca, en una zona con «escombros y una especie de zanja» donde todavía se buscaba en 2023. Hace tres días fue en Madrid. Ella, Raquel, había desaparecido un mes antes: 54 años, 1,60 metros, complexión normal, pelo castaño, ojos marrones. Salió a visitar a su madre -según dijo su esposo-, pero apareció en casa, sin vida, en extrañas circunstancias.
En junio se recuperó en Gandia el cuerpo de Esther, desaparecida en la misma localidad en 2023: el intenso rastreo de la Policía Nacional dio sus frutos. No en el caso de Sonia; durante años los agentes siguieron varias pistas, pero el principal sospechoso murió sin confesar ni dar pistas de su paradero. Rociada con gasolina, prendida, ardiendo. Con gran presencia de ánimo, apagó las llamas y, con un 35% de quemaduras en el cuerpo, dio el aviso.
Es lo que llega a los titulares, pero se cuentan por miles las lesiones, entre otros tipos de agresión. Pone los pelos de punta el caso Pelicot, en Francia: «No sentí que violaba, seguía las instrucciones del marido».
Durante el primer trimestre de este año se presentaron en España más de 50.000 denuncias y, en la Comunitat Valenciana, más de 6.000. La violencia no se puede normalizar, minimizar ni silenciar: es condenar a las mujeres y dar alas a quienes niegan esta realidad.
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