Graban con móviles o con cámara oculta y comparten sin consentimiento imágenes de contenido sexual. Hace un año eran dos menores de doce y trece ... años. La víctima, una niña con discapacidad. Grabar y compartir es tremendamente fácil, especialmente desde que Whatsapp, la aplicación favorita, entró en nuestras vidas hace diez años. El 89% de los propietarios de Smartphones en España utiliza Whatsapp. Y de éstos un 10% tiene entre 12 y 17 años de edad, pese a que su uso está limitado a mayores de dieciséis en la Unión Europea. En la Comunitat, la semana pasada se conocía un nuevo caso entre jóvenes.
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La grabación y distribución sin consentimiento se da en amplias franjas de edad; pero es especialmente sensible en edades tempranas, porque los niños no controlan el envío de mensajes. No saben qué hacer, por ejemplo, cuando reciben fotografías o contenido pornográfico. Deben denunciar, pero comparten y callan, como ocurrió en Badalona. O crean, con ayuda de la inteligencia artificial, imágenes vejatorias falsas. Los menores víctima de grabaciones compartidas se convierten en protagonistas a su pesar en el municipio, en el barrio, en el colegio, en el instituto. Los que ahora son niños y adolescentes se enfrentan a retos tecnológicos desconocidos para nosotros.
No hay una receta universal: cada niño tiene que desarrollar desde la infancia una relación sana y constructiva con las tecnologías de la información, de acuerdo con sus necesidades, entorno y maduración. En la escuela. Con el apoyo de los padres, la principal referencia para los pequeños en el uso de las tecnologías. La sobreprotección no es buena, advierte la experta Sonia Livingstone. Más que aislar, dominar la tecnología requiere enfocar el uso hacia las oportunidades y mantener el riesgo a raya: que no compartan de manera compulsiva, que se relacionen de forma juiciosa con la inteligencia artificial, que reconozcan la dependencia, especialmente de los móviles, Tik-tok y las aplicaciones de apuestas. Que aprendan a pedir ayuda. Los más pequeños tienen derecho a compartir, pero deben aprender a distinguir, alertan los psicólogos, entre la broma y el delito.
La investigación tiene sus límites, porque no se puede experimentar con los pequeños sin tener en cuenta el daño, pero el sentido común nos dice que en una sociedad atravesada por la tecnología la formación, el seguimiento y el acompañamiento de los pequeños son esenciales. En casa, en el colegio. Sin dramatizar, pero con los recursos necesarios, lo que implica mayores inversiones. Con tiempo compartido. Es nuestro deber velar por su pleno desarrollo.
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