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El medio es el mensaje y, en el ámbito social, hoy triunfan las redes. Y, con ellas, los influencers, convertidos en los nuevos líderes de ... opinión. Es el caso de Trump, que forjó su perfil político en Twitter y ha encontrado en TikTok un nuevo impulso gracias a la popularidad de Melania. Por eso, cuando los medios se preguntan estos días si el encuentro entre Trump, J.D.Vance y Zelenski el viernes fue una encerrona, diríamos siguiendo los estándares tradicionales que Zelenski fue objeto de un avasallamiento nada convencional, en directo, lo que generó enorme desolación entre los defensores del derecho a la defensa y la soberanía nacional de Ucrania. Pero también la puesta en escena de lo que somos, de las prácticas sociales que las redes han puesto de moda: un choque de liderazgos en el que lo estrafalario se impuso (y se impone) a lo auténtico.

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Zelenski, paradigma del político social, que conquistó Instagram con su imagen de hombre ordinario pegado a las tropas gracias a una camiseta verde, es símbolo de autenticidad. Trump y su cohorte de influencers se mueven en otro plano. ¿Cómo te atreves a venir en camiseta al Despacho Oval? -cuestionaron el viernes a Zelenski-. Precisamente, la camiseta que le ha hecho célebre. El viernes, más allá del contenido, de la negociación sobre el final de la guerra en Europa y los intereses geoestratégicos, se enfrentaron dos formas políticas de liderar en el siglo XXI: una moderna, asociada a redes clásicas como Facebook, Twitter e Instagram, y otra revolucionaria, chocante, vinculada al éxito de TikTok. Aunque no nos guste, es la nueva normalidad.

Siguiendo a McLuhan, con quien hoy, lo confieso, me gustaría conversar, los medios que utilizamos para comunicarnos dan forma al discurso político y, en definitiva, a la sociedad. Somos lo que son los medios, un reflejo, una «extensión», decía el teórico canadiense. La bloguera Malala Yousafzai, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2014 tras sufrir un atentado a los quince por la defensa de la educación de las mujeres en Pakistán, representa una época. Hoy triunfa en las redes Moo Abraham, una niña de doce años experta en objetos de lujo. Hemos sido lineales -la escritura-, orales -la radio-, globales -la televisión-. Informarse a través de las redes no tiene el mismo impacto que hacerlo a través de medios tradicionales, y Trump lo sabe. La compra de Twitter por Elon Musk no era un capricho sino un movimiento estratégico. La recepción a Zelenski es, como diría Lorenzo Gomis, una explosión informativa que deja un mensaje claro y rotundo: la revolución 2.0 acaba de estallar.

Informarse a través de las redes no tiene el mismo impacto que hacerlo a través de medios tradicionales

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