El escándalo protagonizado por la influencer italiana Chiara Ferragni ha cerrado el año y ha puesto de manifiesto lo que era un secreto a voces: ... el mundo de los influyentes en las redes sociales está fuera de control. Ferragni, dueña de un entramado de empresas millonario, caso de estudio en las escuelas de negocio y encarnación del éxito basado en la creación de contenidos en las redes, obtuvo el año pasado un millón de euros tras la promoción benéfica de un dulce navideño -pandoro-, supuestamente destinada a un hospital. Con una apariencia de cierto abandono calculado, la influencer se excusaba ante sus 29 millones de seguidores: Chiara reina en un imperio virtual con más habitantes que Australia del que huyen, tras el fiasco, los seguidores. Internet no es responsable de la aparición de los influencers, pero sí de su proliferación en Tik Tok, Instagram y You Tube. ¿Tú también? Es la invasión de los ultracuerpos.
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Se hablaba antes de los líderes de opinión y de prescriptores con cierta admiración por su capacidad de influencia. Eran pocos. Grandes pensadores y líderes en todos los campos, políticos, actores y actrices, escritores, medios de comunicación. Nada que ver hoy: el privilegiado grupo de influencers del siglo XX ha sido desplazado en las redes por una turba de usuarios con altavoz y ganas de postureo. «¿Influencers?» Carlos, periodista de profesión, me mira con espanto. En «Ética para influencers», Juan Carlos Siurana hace un repaso de los principales por campos de actividad y alerta sobre quienes chantajean a hoteles y restaurantes, los que utilizan filtros y proyectan una imagen negativa de la belleza natural de nuestros cuerpos, arriesgan la vida por una fotografía imposible o se lucran a costa de vender el relato minucioso de la vida de sus hijos. En Italia, a partir de ahora, los influencers activos con más de un millón de seguidores serán multados por prácticas desleales.
Ni la influencia ni los influencers son negativos per se. Conviven con los anteriores otros que nos ayudan a comprender el mundo que nos rodea, a hacer frente a los desafíos y convertirlo en un lugar mejor. Con conocimiento y valores. A cuidarnos, a contribuir donde es más necesario, a organizar nuestras vidas. Pese a la legislación, no se puede luchar contra la legión de influencers, pero sí sumar contenidos valiosos y pelear para mantener la influencia de lo que nos hace mejores: si no puedes contra tu enemigo únete a él. Sin una mentalidad abierta y firme flexibilidad no se sobrevive a grandes cambios tecnológicos y sociales. La buena noticia es que sin ética tampoco.
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