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La caza de votos de Sánchez se ha tornado agónica para el presidente en las últimas jornadas. Se veía venir. Por una parte, se embarcó ... en la negociación con los grupos independentistas, que no tienen nada que perder, sin poder de negociación. Por otra, el relato de la amnistía hace agua por todas partes. La falta de preparación ante una negociación compleja a muchas bandas y las prisas por el deterioro de imagen -al que ha contribuido la solidez y compromiso mostrados por la joven Princesa de Asturias en la jura de la Constitución- han llevado a Sánchez a una espiral de concesiones sin fin en la última semana: el traspaso de Cercanías, la amnistía universal, condonación millonaria de la deuda. ¿Dónde está el sentido de Estado?
Sin alternativas y comprometido con el acuerdo, Sánchez ha quedado desarmado frente a Puigdemont. No ha bastado la suerte que le ha acompañado en toda su carrera. Para revertir un punto de partida tan desfavorable en la negociación era necesario un político de la talla de Talleyrand: llegó como perdedor y se coló entre los grandes en el Congreso de Viena a base de una estrategia basada en los principios -el gran éxito-, experiencia y un equipo extraordinario. No es el caso.
El rechazo frontal a la celebración de nuevas elecciones. La falta de alternativas a Junts. El apoyo cerrado del partido -sin voces disidentes, más allá de Page, que le permitieran forzar la mano frente a Puigdemont-. La pugna con ERC, mal calculada. El compromiso público con el pacto, que se anunció prematuramente. Todo ha contribuido a dejarle en manos de un político fracasado, prófugo de la justicia. Vendió la piel del oso antes de cazarlo.
El relato oficial de la amnistía también ha fracasado pese a las estrategias habituales de redifusión y la fidelidad de los miembros del gobierno en funciones: no ha conseguido sembrar la duda. Por los vaivenes y la falta de consistencia. Porque no es creíble. Porque no hay virtud, no había necesidad y tampoco otro beneficio que no sea el de los dos políticos que frente a frente, sin fotografía que lo certifique, deciden el futuro de la nación.
A las puertas de formar gobierno, Sánchez está en su peor momento político. Con falta de pulso en la calle, explotado por el PP con Feijóo en cabeza en Valencia y Esperanza alias «calcetines» a las puertas de Ferraz. Sobre todo, con prisas para cerrar el pacto celebrado a bombo y platillo con Sumar. Un votante arrastrado a las urnas por la ola de última hora para frenar a Vox suspira apesadumbrado. Vox era el árbol. El independentismo vuelve con fuerza en la próxima legislatura.
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