Secciones
Servicios
Destacamos
Buenos días Elvira. Voy a cerrar el kiosco el domingo 29». Adiós a la rutina, adiós a la sonrisa, adiós al negocio y adiós al ... mundo analógico, que se repliega ante el avance de la vida digital. El taxi y las reservas, mejor por la aplicación. El impuesto, en el cajero automático. Y el descuento, por supuesto, en la web. El mensaje de Mariví, todo un acontecimiento para quienes se han dejado seducir durante años por su atractivo escaparate de portadas, revistas, almanaques, libros y coleccionables, llega por Whatsapp. Es el primero que se traduce en disgusto, entre muchos otros recordatorios. Porque Mariví no ha fallado nunca en varios años a su compromiso con los caprichosos encargos del lector, sea uno, dos o tres días después: «Aquí los tienes, Elvira. Si quieres llévate estos recortes también» (se trata de artículos de otros diarios que descarta un lector muy selectivo). Le dejo, a cambio, un suplemento duplicado con el que hará feliz a otro parroquiano.
La profesión exige estar al pie del cañón, con una breve pausa, desde la madrugada hasta la noche. Todos los días del año, salvo Navidad, Año Nuevo y Sábado Santo, en los que no sale la prensa diaria. Con calor intenso, frío o humedad según la estación, más Seguridad Social, tasas e impuestos, coste de la energía, seguros, conexión a internet y avales de los proveedores. La recapitulación del presidente de los quiosqueros ante el empeoramiento de las condiciones del negocio encumbra al quiosquero amable y servicial.
Salva Enguix dedicó un artículo al último quiosco; por suerte, el de Mariví es el penúltimo. «¿Por qué no nos presentamos?» Ya sabemos quién eres, contesta Alejandro, Álex, un tanto estupefacto: acaba de anotar a mi nombre una reserva y ya me envió, como Mariví, un Whatsapp recordatorio. Pero yo lo que quiero es saber los suyos, sus nombres. A la entrada lucen las portadas de los diarios, publicitadas con vista comercial como en los viejos tiempos. Si la prensa es pilar, el quiosco ha sido y es apoyatura en la democracia desde hace aproximadamente un siglo, cuando la popularización de la prensa dio estabilidad al punto de venta callejero. En el escaparate, un árbol de Navidad pequeño se nutre de los adornos que aportan los clientes. «Yo también traeré». Lo digo convencida. Charly, mientras, conversa con un vecino de edad avanzada al sol del mediodía. El quiosco, que se ha reconvertido en centro de paquetería para sobrevivir a la transición digital, es un bien de servicio público: hace barrio y comunidad, incita a la lectura, espolea la curiosidad y contribuye a la difusión de las noticias.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.