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La selva se los traga sin piedad. Uno tras otro. Pablo Iglesias, Inés Arrimadas, Pablo Casado, Irene Montero, Macarena Olona. Y entonces no quedó ninguno. ... Es alarmante la velocidad a la que son devorados los tiernos representantes de la nueva política. Luego están los que regresan, con heridas claro está, como Ábalos y Calvo; de la mano de Sánchez, que comparte nombre y apellido con el comandante encargado del rescate de los niños colombianos hallados en la madrugada tras deambular, durante cuarenta días, por la selva amazónica. Qué sobresalto al leer las noticias. La campaña política nos persigue hasta en la sopa.
Han sido cuarenta días agónicos para el país vecino por historia y cultura, durante los que cuatro críos de la comunidad indígena huitoto -la mayor de 13 años y el pequeño de meses- se internaban sin rumbo en lo desconocido, dejando atrás biberones, tijeras y, en la carcasa de la Cessna HK-2803, los restos de su madre. Una historia, la precuela, que no comparte la épica del rescate: mafias, huida, infraestructuras deficientes.
Rómulo y Remo no tuvieron fácil sobrevivir en las colinas de Roma. Lo consiguieron gracias a la ayuda de los animales sagrados enviados por su padre, el dios Marte. Pero en la selva de la política Marte significa guerra. Y escalofrío. Lo cuenta noveladamente González Pons en 'El escaño de Satanás', una fábula sobre la política revestida de historia vampírica, ese género tan de moda entre los adolescentes: «La política es un deporte tan cruel que no conoce otra modalidad de lucha que la individual».
En la selva amazónica, Lesly, Solecni, Tien Noriel y Cristin han superado todas las expectativas de supervivencia. Allí donde la naturaleza, abundante, impide la visión más allá de los 20 metros. Donde la oscuridad reina las 24 horas del día. Kilómetros y kilómetros de oscuridad y lluvias. Rodeados de alimañas. Se trata de niños indígenas, educados para convivir con la naturaleza, pasear en la selva, escucharla, respetarla y aprovechar sus dones. Los conspiranoicos, omnipresentes, apuntan a una artimaña del presidente Gustavo Petro. Es sin duda el principal beneficiado de esta gran aventura, de tintes nacionalistas, con final feliz. Porque la operación de rescate le ha dado un respiro y ha unido a los colombianos, pendientes primero de los niños y, después, de Wilson, el perro guía que se perdió en la operación: «Jamás se abandona a un compañero caído en combate». Son muy berracos, explica la abuela a los periodistas. Los indígenas, que piensan en sobrenatural, lo tienen claro: la selva los traga, la selva los devuelve. Temblemos.
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