Un restaurante en 1985, Madrid (2004), las Ramblas y Cambrils en 2017, la comisaría de los Mossos d'Esquadra de Cornellà de Llobregat (2018). Los ... últimos, en Torre Pacheco y Algeciras. El que hoy conmemoramos, en Madrid, fue un duro despertar, aunque no el primer acto de violencia vinculada al yihadismo en nuestro país. Ninguno en suelo valenciano, pero no por ello ajenos. Por solidaridad con las víctimas, primero, como siempre los valencianos -como hoy, en la celebración del 20 aniversario del terrible atentado de Madrid-. Pero también porque no hay fronteras para el terror.
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Vinaroz. Deciden bajar un día soleado de verano y entran por el norte en la provincia de Castellón. Buscan una farmacia: necesitan material para fabricar las bombas, quince, en la casa de Alcanar. Que sin aviso estallan. En el ordenador del «imán de Ripoll» encuentran -también en un móvil- búsquedas de lugares emblemáticos y conocidos: la Tomatina de Buñol, la Catedral de Valencia, un festival de música. La Alhambra de Granada 106 veces. Apenas unas semanas antes del atentado que costó la vida a 16 personas y que dejó heridas a más de 300 en Barcelona y Cambrils. Logística, oportunidad. Quién sabe.
La capacidad de los grandes grupos terroristas para actuar está hoy en día mermada y actúan como lobos solitarios. La preocupación de los ciudadanos, que tuvo picos muy altos en el año 2000 (80%) y 2004 (77%), desciende. El terrorismo era en 2017 un problema crucial para el 15,6% de los españoles, según el CIS. Pero el riesgo no ha desaparecido. Desde mediados de los noventa, la Comunitat es destino de simpatizantes de grupos terroristas como Al Qaeda que, décadas después, más afines a Daesh, suponen un riesgo al radicalizarse -y manchan la imagen de tantos que vienen a nuestro país en busca de una oportunidad-. La vigilancia es continua.
El 'Balance del terrorismo en España en 2022', otro exhaustivo estudio del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, nos señala como la autonomía tercera en el ranking de detenciones en los últimos años. Entre otras, la conocida como «fallera yihadista»: radicalizada por una mujer de 72 años, también detenida. O, años antes, en 2012, la del «bibliotecario» de Al Qaeda: guardaba imágenes de las víctimas del 11M con el logotipo de la banda -lo que habla por sí solo de su brutalidad y deshumanización-. El terrorismo, cuyos efectos devastadores nos hermanan en torno a los valores democráticos, a veces divide. Es un día para pensar en las víctimas, en los heridos, en sus familias. Y para agradecer a la Policía Nacional, el CNI y la Guardia Civil su desvelo.
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